Edito

Número 3 / Diciembre 2008
Mujeres (y hombres).

V. de V.

I.

Somos hienas.
Somos caras que comen
caras, uñas sucias y sangre
en el sobaco.
La falta de memoria duele
debajo de la tierra,
después nosotros no buscamos
nada y acabamos siendo
hienas.
Estamos aquí y no importa.

II.

Son los pájaros verdes
los que arrancan de mi cuerpo,
pequeñas punzadas
sentimentales.
La tendencia de ponérmelos entre los dientes,
y después silbar.
Pequeños pasos en mi memoria
que se hacen verde.
De mi corazón y hasta el aire luminoso
donde puedo arroparme con su plumaje.

III.

Respirar oro.
Llevarte en el portaequipajes del corazón.
Es un viaje largo pero tengo ganas
de llegar antes de tiempo.
Se me pincha una rueda,
y puedo ver como tus ojos
han cogido un barco lleno
de equipaje cristalino.
Puedo ver como me hago de espuma.
Tus ojos son dos,
yo tengo más,
pero no ven tanto, ni tan lejos.
Tu desorden huele a perfume,
tu agenda es una montaña,
respirando siempre el oro,
que no es más que luz.
No cuento problemas,
los escupo con mucha educación.

IV.

Pelo caliente.

La tierra templada tiene
doloridos los pechos,
veo de color verde
y cientos de flores recordadas.
Desentierro una fruta roja
que es mi boca hambrienta.
Hay una niña muy bien peinada,
el sol le aprieta la boca,
ella se desmiga y echa a volar.
El físico del agua rejuvenecida,
su frialdad le da olor a planta.
Están las flores y las piedras
como manos redondeadas.
Está el pelo caliente
y los zumbidos subidos,
los árboles sexuales,
las miradas cerradas
y el sonido alto y saltarín.
En el cielo todas las cosas
se van cayendo.

V.

Nuestro amor tiene diminutas lamparitas,
que se encienden cada noche
y se apagan cada día.
Huyo del tiempo como si fuera una persona.
Le compro billetes a Moscú y le llevo a gatas
hasta el bordillo de mi calle para que los niños
le dejen jugar a pintar con tiza.
La magia y el honor de participar en esa tremenda tarea
convierte al tiempo en una paloma descuidada,
y yo me río. No puede ser.

Si dios fuese drogadicto se llamaría William Seward Burroughs

a primera hora me he fumado los últimos restos del chino y durante un buen rato me he quedado absorto inerte dos inspiraciones por minuto mientras mi cuerpo absorbía la droga mientras la droga me absorbía en su abrazo letalmente conciliador pero el ciego se me ha pasado nunca dura y la consciencia se empeña en hacerme temblar de sudor frío me pongo un chándal una cazadora y me echo al bolsillo la cartera vacía de expectativas mi vida glosada en dos papeles y el hueco de la droga me cuelo en el metro e intento pedir limosna pero mi saliva es sólida terrosa y me impide hablar pensar con claridad me bajo en gran vía y camino arriba y abajo abajo y arriba cuando el mono me mima suelo caminar a un lado y a otro la droga dictando un errabundo deambular de pronto los intestinos despiertan con un grito agónico soltando mierda salida de no sé dónde porque no recuerdo cuándo comí por última vez así que me escabullo entre dos contenedores me agacho me bajo los pantalones y suelto un líquido verdoso que se supone que es mi mierda ya en pie sigo cagando por la boca en arcadas de desesperanza suspiros de bilis y coágulos y mocos ostia puta pero nadie me escucha los músculos se me agarran a los huesos en bocados exasperantes que me punzan el cuerpo con temblores asíncronos me agarro la polla cuando no te queda nada sólo te queda la polla y comienzo una lenta procesión el paseo del drogadicto sin ver sin oír sin hablar sólo un paso delante de otro y repetir hasta que chocas con alguien que cambia tu rumbo el estómago comienza a tomar consistencia y a alimentarse de mis desperdicios y de los demás órganos a comerme por dentro hasta convertirme en un estómago con patas y venas digiriendo mierda me paro a ver escaparates sin verlos sólo sentirme parado en medio del caminar drogado la gente pasa sin verme la droga te hace invisible camino parada pero el sudor y el temblor son muy acusados las ronchas empiezan a pedirme heroína y yo con estas venas sin dinero y sin ganas ni fuerzas para pedir o robar tengo que sentarme diviso un banco lecho de espinas me clavo con un ojo cerrado veo la tienda de libros mal género para vender la droga es autosuficiente omnisciente nadie adquiere cultura para vender droga pienso antes de cerrar el otro ojo que aun con todos esos libros en mi poder no sacaría ni para una puta bolsita una mancha un borrón se mueve ante lo que se suponen que son mis ojos me he debido de quedar frito mi cerebro maltrecho busca una neurona sana que esté dispuesta a enfocar parece una mujer una cara llena de arrugas que me dice algo abro y cierro los ojos con pereza que simula esfuerzo y enfermedad mi estómago escupe un oído tú eres Pedro el hijo de la Paqui la confusión me pone alerta y asoma el drogadicto depredador hace mucho tiempo que no veo a tu madre cómo está ella ella está bien yo soy el que ha empeorado de lo mío pero tú qué tenías no se lo había dicho no nunca me contó una palabra sería para no preocuparla la envuelvo en las mentiras que la sangre me dicta mi nombre es droga el suyo es dinero y qué es lo que te pasa tengo esa enfermedad que me estropea cada vez más me despierto en sitios a los que no recuerdo haber ido no puedo comer durante días y luego me muero de hambre y me salen ronchas le enseño alguna del brazo raquítico rico en azules y enfermedad ella calla y mira al suelo compungida lleva una bolsa de la tienda de libros y un bolso que mueve con dificultad lo imagino lleno de caballo luego deseo que sea dinero que la droga la pillaría llena de mierdas mi cuerpo huele a jaco futuro y posible despierta poco ya no sudo a poco y desde cuándo estás así llevo ya unos daños se me traba la lengua es una enfermedad muy rara pobrecico y lo que tiene que estar pasando la Paqui con lo que ella ha sufrido en la vida primero lo de su marido tu padre y ahora lo tuyo pero no quieres un café o un bocadillo me invento una fecha llevo tres días sin poder comer señora no sé si debo anda ya no me seas chiquillo no vas a pasar hambre estando aquí la Venancia me pongo de pie enfermo drogado henchido de posibilidades ella me aguanta el olor a mierda hace más creíble la mentira mi estómago segrega jugos que ya ni recuerdo y que me atacan y me encogen me pesan como una digestión camino apoyado en ella ella sigue hablando de mi madre y de lo putas que lo está pasando cuando llegamos a una cafetería me empuja al interior y me sienta cerca de la calle en un puto escaparate me duele todo pero sonrío mis labios saborean la droga y se estiran cortados perezosos de alegría ella sigue hablando tu madre y yo nos vinimos juntas a Madrid cuando nuestros maridos consiguieron trabajo fijo y luego nos fuimos distanciando yo tuve un hijo era tan guapo como tú pero un camión se lo llevó por delante y el andamio me dejó sin mi Pepe estoy sola y los días se me hacen años qué quieres tomar una cerveza dos cervezas y un bocadillo de jamón para él sí gracias la soledad te va matando en vida llega un momento en que sólo tienes a la televisión que casi nunca te dice lo que necesitas escuchar y una casa que te domina y tienes que salir sin tener a dónde ir y das vueltas por las tiendas y te gastas toda la pensión por eso acabas en las tiendas de todo a un euro porque allí el dinero te dura más gracias cuando ya no te queda nada que gastar me dice y no tienes para comer casi entonces piensas que tienes que recuperar el dinero que has ido perdiendo y te vas a las tragaperras y si aguantas el hambre y las varices puedes estar todo un día fuera sin pensar en tu soledad pero las venas se te hinchan y acabas teniéndote que sentar y la realidad te golpea la mujer sigue hablando con unos ojos que podrían ser míos de puro cansados yo sostengo el bocadillo en las manos y lo miro fijamente al final todo se reduce a esto no hay más le hinco el diente y me fabrico llagas en el paladar del tiempo que llevo sin comer la droga es ahora un mal recuerdo mi cuerpo va tomando consistencia y recuerda el sabor del jamón mis ojos se cierran y cuando se abren tengo otro vaso de cerveza delante de mí y la mujer sigue hablando le asoma un moco de la nariz comida y bebida hacen que mi cuerpo vuelva a rechinar de dolor y molestias me meo y me cago dos necesidades que desaparecen cuando sólo vives para la dosis pero ahora están ahí y me levanto digo voy al servicio señora guárdeme el bocadillo y olisqueo hasta encontrar el tigre me mojo la cara y agradezco la humedad limpia del agua intento ordenar mi pelo con los dedos para arreglar un poco mi aspecto pero la grasa no se deja dominar meo vuelvo a la mesa y la mujer se ha bebido mi cerveza y está casi borracha me cuenta cosas de su mala suerte de su hijo Alfonso me toca la cara sucia sigue diciendo se parecía tanto a ti así que ahora para combatir mi soledad leo vengo a la librería compro un libro al azar y me lo leo y si me ha gustado es mágico porque parece que ha estado ahí esperándome todo este tiempo oh qué tarde es me tengo que ir he quedado con una amiga camarero cóbrese mis ojos se clavan en los dos billetes de diez euros y en el de veinte con el que paga mi comida y su bebida cojo el bocadillo la acompaño señora por favor no te molestes no es molestia tienes dinero para volver a casa no no tengo nada toma y me da calderilla para el metro me voy a coger el autobús voy con usted la agarro del brazo que lleva el bolso y nos apoyamos mutuamente para conseguir un paso firme me dice cosas de mi madre en su juventud habla bajito y triste nos paramos en un paso de cebra y cuando el semáforo se pone verde la empujo agarro el bolso y salgo corriendo renqueante la bolsa con el libro se queda en el suelo pero es la carrera del drogadicto nadie te ve la oigo gritar y llorar a mi espalda mis costras me animan a seguir corriendo se me cae el bocadillo lo dejo atrás y acabo vomitando el jamón diez minutos más lejos recupero la respiración me siento en un portal y abro el bolso dentro hay dos fotos forradas en plástico de cocina una de un hombre vestido de domingo hace muchos años es una foto en blanco y negro y el hombre mira a la cámara con obediencia bovina la otra es en color de un joven vestido de militar con la misma cara que el padre eran todo lo que esa mujer tenía en la vida las aparto hasta encontrar el monedero lo abro y cojo los veinte euros y lo poco suelto que queda veo un carné de identidad y lo leo Venancia Sánchez Ruiz hija de Sinforoso y de Auxiliadora natural de Cáceres provincia de Cáceres nacida el veintiséis de marzo de mil novecientos treinta y siete lo meto en el bolso otra vez y lo dejo todo en el portal el dinero bien agarrado busco una boca de metro que me lleve hasta la dosis

Dentro

Los primeros pasos

Los primeros pasos,
uno delante y el otro apoyado fuerte detrás.
Delante, derecho,
estiramiento digital,
apoyo izquierdo.

El suelo me es hostil,
los subo de nuevo a la cama.

Volvemos a intentarlo,
no tiene que ser difícil.
La gente camina.

Pie derecho, bajo.
Suelo frío.
No tengo zapatos.
Me niego a apoyar el izquierdo.
No avanzo.
No estoy caminando.

No puedo mantener más esta incómoda posición.
Bajo o subo.
Llevo mucho tiempo aquí arriba,
sin poner los pies en el suelo,
sin recordar qué es,
pero se está tan bien, tan cómodo,
tan limpio, tan caliente.
Y si dicen que puedes viajar con la cabeza,
no necesito pues los pies.

Pero entonces para que los tengo?
Os estoy mirando par de palas inútiles.
No me servís para nada.
Aparte por la noche se me heláis de frío,
y tengo que frotaros el uno con el otro.
Me tenéis harto.
Para que me servís?

Si no os tuviera no sentiría la necesidad de utilizaros.
Pero aquí estáis.
Derecho suelo, bajo,
izquierdo arriba, como mal doblado.
Cabeza almohada y tronco en torsión.

Iré cerrando los ojos.
Este paso se tiene que meditar muy bien.
Es el primero.
Mañana veré que hago con las manos.


La palabra

Si pienso en mis momentos de éxtasis máximo, son recurriendo siempre y al final a la palabra.

No hay cosa que más me excite follando que el oír hablar al otro.

Después de una buena exposición sólo me permito dejar de pensar en ella, si mi acompañante realiza un merecido discurso sobre tal y es acertado. Entonces dejo y paro mi cuerpo a favor del momento en cualquier portal del camino.


Te querría

Te Querría follar ahora mismo,
Cogerte la boca con mis dedos, y apretar hasta que el rojo saliera de tu lengua,
Ponerme debajo de ti y verte los ojos,
Tú quieto y serio, yo moviendo el estómago.

Te querría follar, hasta que note tu sudor saliendo de mí,
Y hasta que vea que estás a punto del desmayo, y
Volverte a coger la cara y levantarte la mirada, y
Acariciarte, y acariciarte todo, lo que nuca me ha gustado,
Pues sí, contigo sí que lo haría.

Es hora de castigar a las empresas irresponsables

Cuando ganas, pierdes. Finalmente, los precios de los productos empiezan a bajar en diferentes partes del mundo, en medio de la consternación y los gritos de alarma de parte de usureros y especuladores, dados a crear dinero de la nada, y responsables de la debacle de la economía mundial. Según Jesucristo Superstar, conocido por su nombre de familia, Obama, la solución a la crisis es comprar. Así, a secas, salgan a comprar, ha dicho el gran Moisés que nos llevará a la tierra prometida de la paz y la felicidad. Triste propuesta, esa de reparar la máquina capitalista a punto de adquisiciones innecesarias, inútiles y aburridas, como un forro decorador del teléfono portátil o la nevera con llave USB. Tengo una contrapropuesta que los liberales van a a-do-rar: Compremos responsablemente y mandemos a la quiebra a las empresas que violan derechos laborales, intoxican al ambiente y contribuyen a la pauperización del mundo.

Así funciona la cosa: Yo, ejecutivo estrella de salario en cinco ceros, con postgrado en management of the merde en la Universidad de blablabla pajaloca de Estados Unidos o Europa, trazo lo que serán las ganancias anuales de la empresa. Hay que aumentar las ganancias, siempre, porque sí. Entonces, propongo un plan estratégico, hago proyecciones y tablitas de colores con las cuales la junta directiva podrá salivar ante lo mucho más millonarios que seremos todos.

Errare humanum est, el plan se va al agua entre los lamentos de la junta directiva. Este año, en vez de hacer ganancias de 200%, solamente aumentaremos el margen de beneficios en 50%. Qué drama, qué rap de la abuela, de qué dirán mis panas cuando me vean, pobre y miserable, en el Country Club.

La empresa tiene que reponerse de este golpe financiero. ¿Cómo? Fácil. Despidamos a los imbéciles de la fábrica ensambladora, de sueldo mínimo y reemplazables, para cortar costos. ¿Alguien despide al artífice intelectual de tal estrategia financiera? Por supuesto que no. En países como Francia, Presidentes de empresa que han llevado su organización a la quiebra, han sido recompensados con retiros multimillonarios. Un chequecito y una pata de jamón para llevar a casa, gracias por destruir la compañía y dejar a miles de obreros en la calle.

Nada nuevo bajo el sol en este sistema basado en la estafa y el engaño para hacer dinero. ¿Quieren más pruebas? ¿Qué tal el hecho de que las empresas rescatadas por el Estado americano con dinero de los impuestos (los famosos 700 billones que todos recordamos como un rescate a la Austin Powers), compensen a sus geniales dirigentes con bonos millonarios? No sólo se roban tu plata, sino que te dan un cachetón antes de irse.

Entonces, llegamos a mi punto: Jesucristo-Bob-Marley-Obama, "exhorta" a los norteamericanos a salir a comprar para ayudar a la economía. Porque si quiebra la fábrica de perritos virtuales Tamaguchi, oh my God, qué catástrofe. O la empresa que vende ringtones de Papi Yankee. O los zapatos que titilan cuando caminas. Salgamos todos, a salvar a estos emblemas de la idiotez capitalista mundial.

I don’t think so. Ahora es el momento que todos estábamos esperando, el momento cuando se volteó la mesa. Las empresas nos necesitan, más que nunca e, igual que en las elecciones cuando finalmente los candidatos escuchan a la gente, ahora tenemos el poder entre las manos. Las nuestras. Arranquemos afiches publicitarios de las paredes, hagamos caso solamente a lo que nos dé la gana.

No soy quién para lanzar boicots ni ponerme a pelear con multinacionales. Cada quién tendrá que escoger qué decide comprar y apoyar y qué no. Yo tengo una pequeña idea en mi cabecita. Porque si no nos ponemos a pensar cómo llegamos aquí, si nos ponemos a lo Obama a proponer reparar la rueda del carro sin preguntarnos qué va mal con el motor, solamente habremos pospuesto lo que significará la destrucción del sistema dentro de pocos años.

Es el momento de restablecer la relación producción-consumo que la globalización había dejado atrás con su crecimiento depredador. Si entendemos los costos reales de las cosas, si entendemos de dónde vienen, tal vez consumamos de manera un poco más consciente y veamos derrumbarse las odiosas corporaciones que sólo reparten su veneno y ponzoña de avaricia donde quiera que van.

* Vicente es autor de la novela Caracas cruzada, disponible en la red de librerías Sur de Caracas, Venezuela. Su última novela, Historias de un arrabal parisino fue publicada por Ediciones Idea y se consigue en las librerías de Tenerife, España.

Soy vertical

Pero preferiría ser horizontal.
No soy un árbol con las raíces en el suelo
Absorbiendo minerales y amor maternal
Para que así cada marzo pueda resplandecer en una hoja,
Ni soy la belleza del lecho del jardín
Atrayendo mis ¡ahs! y espectacularmente pintada,
Sin saber que seré desflorada pronto.
Comparado conmigo, un árbol es inmortal
Y una corola no es alta, sino asustada,
Y quiero la longevidad de uno y el atrevimiento de la otra.

Esta noche, a la infinitesimal luz de las estrellas,
Los árboles y las flores han esparcido sus frescos olores.
Paseo entre ellos, pero ninguno de ellos lo nota.
A veces pienso en eso cuando estoy durmiendo
Debo lo más perfectamente posible parecerme a ellos --
Pensamientos que se han vuelto confusos.
Es más natural para mí, yacer.
Entonces el cielo y yo mantenemos una conversación abierta.
Seré útil al fin cuando me recueste:
Los árboles podrán tocarme por una vez y las flores tendrán tiempo para mí.

* Traducción de Laura Bloom (Nueva York - EEUU)

Música Viva

Pasaba noches enteras escuchando sus notas clavarse como espinas en mi corazón. Sintiendo la tristeza de sus tonadas. Entendiendo que se puede morir de tristeza.
Dicen del pianista que tiene una historia triste. Dicen que su mujer le solía acompañar con el violín. Dicen que en una sonata ella se entristeció tanto por la melancolía de las notas de su pianista, que murió al terminar los últimos acordes y cayó fulminada sobre el escenario. Dicen que la mujer del pianista murió de tristeza.
Desde entonces, el pianista jamás da la cara a su público. Toca en este oscuro bar de espaldas al auditorio y todos lo escuchan atentos. También dicen que nunca se levanta de su silla hasta que el salón está vacío.
Quería hablar con ese hombre. Necesitaba comunicarle mi situación. Necesitaba su ayuda. Quería que ella sintiera la tristeza que yo sentía. Quería que si yo moría de amor, ella viniera conmigo. Debía conseguir que ese hombre nos matase a los dos como mató a su mujer.
Al terminar el concierto me acerqué a él, la sala ya estaba vacía. Él seguía tocando notas suaves y tristes. Lo tenía tan cerca que sentía su olor amargo. Le dije al oído mis necesidades y mis planes. El pianista, sin dejar de teclear, tan sólo asintió con la cabeza.
Yo: ¡hola!
Ella: hola.
Yo: necesito verte.
Ella: ¿qué quieres?
Yo: hay un concierto de piano esta noche y me gustaría que me acompañaras.
Ella: sabes que me encanta el piano.
Yo: lo sé.
Ella: ¿estás bien?
Yo: tal vez luego estaré mejor.
Ella: iré. Un poco de piano me puede ayudar.
Yo: lo hará, seguro.
Llegamos al bar, nos acomodamos en una mesa cercana a mi cómplice. La música sonaba y la oscuridad nos engullía. El pianista sacó su repertorio más doliente y nuestras lágrimas comenzaron a gotear sobre la mesa. Los acordes pasaban y mi corazón se comprimía. No pronunciábamos ni una palabra, sólo nos mirábamos y veíamos nuestras penas brotarnos por los ojos. Escuchábamos y nos mirábamos. Fueron varias horas de escuchar la tristeza traducida en música. Los dolores de amor eran tan fuertes que mi cuerpo empezó a sufrir. Ella parecía cada vez más blanca, su piel perdió el rubor. Su respiración comenzó a desfallecer y de un momento a otro su cuerpo cayó sobre la mesa. Su corazón se había detenido, pero el mío seguía latiendo. Yo no había sucumbido pero ella sí. Yo no la quería acompañar en ese viaje. Yo quería que ella me acompañara en el mío.

Sin título

Vacía grande bajo el pecho
el deseo. Muerde, las pupilas muerden
y desescaman la piel dulce de los senos.
Arrecian rubíes en los labios que al abrir resisten.
Cuajan zafiros en las sombras de los gozosos suspiros.

Ah del aliento que se abre
en bocanada hasta oquedad,
ah del alegre albor del encuentro
en los altos abismos de la carne.

De la lengua prístino el ungüento
sobre la memoria negra de una sangre
que ya ahora llena los umbrales de tu cuerpo
de los huecos de misterios rebosante.

Tensan los arcos asustados ojos,
los dedos tiran de los claros hilos
de tu cuerpo atado; hilo del muslo
hasta aún no hallado centro,
hilos que vibran de la mano
que ha de llevarlos al cabello:
mansamente mano en hilos reposando
para otra mano enculebrada
que ciñe recio la piel
del tambor y el pergamino.

Y hiendo los signos de tu cuerpo
envuelto en las nieblas densas de la rítmica
ilusión de encontrarse en el ámbito suspendido
donde el tú da al ser afirmación ardiente.

Una de Toro

A veces, me levanto demasiado temprano. Me pilló aquel sábado-sabadete en Madrid: Riqui y Lea habían salido la noche anterior con dos canadienses muy guapas y seguían roncando-roncando.

Tuve que escaparme.
Hacía frío en la calle. Hacia las seis y media de la mañana y a finales de noviembre, las ciudades no son como las pintan. Son extrañas, un paseo fantasmal, seco, sin transeúntes casi; eso sí, te encuentras a todos los vagamundos durmiendo con la pata tiesa, el reparto del diario a los quioscos es digno de ver, lo otro no, ¿me indica dónde está malasaña?, no lo sé, me contestó un quiosquero joven, ¿y la latina?, me parece que es por ahí pero no estoy muy seguro.

Vi algunos bares abiertos: churros, beicon con huevos fritos, bocadillos de calamares, patatas fritas. Entré a uno que estaba en muy buena situación desde el punto de vista literario, es decir, estaba en una esquina que daba a cinco calles y desde las ventanas antiguas de madera se podía ver el ruido de fuera. Fui a la barra a ver qué ofrecían.
A ver, qué te pongo (el camarero). ¿Qué tienes caliente? (yo). Lomo o beicon.
Y… ¿no tienes toro?
¡Lomo o beicon, es que no me has oído?
Me hizo pensar dos veces. Los cuatro que había en el bar acodados a la barra y tomando café o coñac tenían sus miradas ya puestas en mí. Ponme un lomo con queso – y en ese momento reparé en la ensaladilla rusa que había en las neveras de la barra - y ponme también un poco de esa ensaladilla. El camarero me fulminó con la mirada y se puso con la faena.
Me senté a la mesa que creí que era la mejor desde el punto de vista literario, y como quería mirar a través de la ventana, tuve que darles la espalda a la gente del bar. ¿Qué quieres de beber? (oí). Me giré y me levanté: una cerveza. ¿Con hielo? No, por favor. Este por favor debió de sonarles muy mal, porque el camarero y los cuatro me fulminaron de nuevo con sus miradas. Me volví y me senté de nuevo para continuar mirando a través de los cristales de la ventana, y a los nueve segundos o así, una voz gritó: ¡la cerveza sin hielo! Me levanté y fui hacia la barra a por el refresco. Al minuto o así y mientras me ponía un poco más cómodo en la silla, gritó de nuevo la misma voz: ¡la ensaladilla! Y me levanté a por la ensaladilla.

Empecé a comer apresuradamente, pues tenía hambre, y empecé a notar en el paladar el sabor de la mayonesa, los huevos cocidos, las patatas cocidas, el atún, los guisantes, el pimiento, el queso rallado y las olivas rellenas de lata. Al rato, cuando estaba pegándole un largo trago a la cerveza, que en ese momento ya estaba lo fría que yo deseaba, oí detrás de mí: ¡el bocadillo de lomo con queso!
Me estaban jodiendo el desayuno, y como tenía bastante hambre, empecé a sulfurarme. Al cabo de unos dos minutos o así y sin que me hubiera movido del sitio, otra vez chilló el camarero: ¡el bocadillo de lomo con queso! ¡Chaval!
Al estar de espaldas a los cuatro del bar y el camarero, oí cuchicheos y máquinas tragaperras sonando. No me levanté, seguí con la ensaladilla rusa y la terminé. Pegué otro largo sorbo al refresco-fresco.

Estando ensimismado, de pronto oí la voz de una mujer más bien joven: ¡psssttt, guapetón, EL BOCADILLO!
– Pero no me giré; hice como si nada. Seguía mirando las calles y el despertar de la luz de la mañana y la poca gente que a esa hora iba de un lado para otro. Tenía hambre, esperaba ansioso el bocadillo que no acababa de caer en mi mesa. Me hundí en mis pensamientos, en la literatura, cogí el libro que estaba leyendo por esos días y lo miré con gusto, la sabiduría de las brujas, de John Giorno.

¡NIÑO, el bocadillo, que se te está enfriando el PUTO LOMO!
Al final, me tuve que levantar. Vi a la chica de los gritos. Me miró a los ojos, de frente, iba a decir algo pero no lo hice - me dio miedo - cogí el plato del lomo con queso y me lo llevé a la mesa. Di la espalda a los del bar otra vez. Comí como un niño, ahora lentamente, el lomo estaba templado, pero el queso de oveja estaba caliente y sabroso. Al terminarlo decidí si tomar café o no. Me levanté y fui a pagar. Los del bar, que ya eran siete, se me quedaron mirando de arriba abajo y se les notaba disgustados. Vino la chica a la barra, dime qué te debo, se fue para la máquina registradora, volvió, doce cincuenta. Me lo pensé dos veces otra vez, pero ya no podía salir corriendo. Toma, le pasé un billete de cincuenta.
Acababa de entrar un viejo de aspecto muy sucio, con la barba y las manos negras, pero con muy buen humor me dio los buenos días. Volvió la chica de los gritos, me devolvió el cambio, dame el tique. Me clavó la mirada y noté el dolor en su cara, la angustia, las deudas, noté a su madre y a su padre en la mirada, su infancia, su adolescencia, su matrimonio joven y fracasado. Miré el tique, la cuenta estaba bien hecha y los importes eran los correctos. Me despedí del hombre sucio y viejo que acababa de entrar. Me pidió un cigarrillo, se lo di.

Salí del bar, crucé la calle y ya estaba en la latina. Lo supe. Tenía que ser la latina. Lo era, pues pasé delante del teatro del barrio y me quedé un rato mirándolo: Teatro de la Latina. Las calles y las plazas estaban vacías. Viejitas dándose besos y los buenos días. Sol, mucho sol.

Di con la calle del toro, azarosamente, y subí las escaleras - tomé apuntes. La belleza matutina del barrio cosió con saliva mi alma. Seguí paseando, debían ser sobre las nueve o las diez, cogí la calle de Segovia y salí de allí.

Estaba dejando atrás el barrio - el bar - la gente - el bocadillo - la calle del toro.