Edito

Número 8 / Marzo 2010

Volveré.

El discurso de Russell H. Conwell

Es con ustedes mismos, los que consideran que todo ha terminado, o que hay que marcharse bien lejos para comenzar.

Insisto, por si no me vuelven a escuchar jamás, que deben comenzar aquí y ahora, en Philadelphia.

Hay que empezar ahora mismo, y aquí mismo, en Philadelphia.

No podemos perder tiempo, ni alejarnos mucho, porque es aquí mismo, y ahora mismo, en Philadelphia.

Es con ustedes mismos, los que se derraman por el mundo sin encontrar jamás la tierra de diamantes.

Sabed que la tierra de diamantes está aquí, debajo de nuestros ligeros tobillos, aquí, en Philadelphia.

No es que Philadelphia no esté en todas partes, es que no hay que ir a todas partes para encontrar a Philadelphia.

Ahora estoy aquí, y sé lo que digo, y es con ustedes que hablo, y quiero que lo recuerden, porque he visto que no saben bien cómo comenzar.

Ah Philadelphia, que debajo de nuestros pies extraviados, ahora mismo, acendra sus diamantes: el mundo no ha terminado!

Queda una oportunidad, pero ustedes no la tienen en los ojos, sendereadores del porvenir, caminantes que no cejan jamás.

Esa oportunidad, la más grande, se encuentra aquí, y ahora, en esta tierra de diamantes que es Philadelphia.

Todo comienza en Philadelphia, y yo estoy aquí para decirles: poned mientes a mis palabras. Me iré, y no habrá quién se los advierta.

El que quiera sentirse sólidamente plantado sobre la tierra, eso hay que luchar por asentarlo aquí, y ahora mismo, en Philadelphia.

El que quiera que la vida camine hacia la dirección mejor, eso hay que irlo enderezando aquí, y ahora mismo, en Philadelphia.

El que quiera que las nubes pasen más blancas y frescas sobre su cabeza, eso hay que irlo arbolando aquí, y ahora mismo, en Philadelphia.

El que quiera levantar una casita para casarse y tener hijos, eso hay que luchar para que pueda ser aquí, y ahora, en Philadelphia.

El que quiera arrancarse todos esos grilletes invisibles que nos han echado al tobillo, eso es aquí, y ahora, en Philadelphia.

Yo se los digo, porque veo que van perdiendo los pies por entre el polvo, mirando hacia horizontes ebrios, procurando remotos diamantes.

Hay que comenzar aquí, y ahora mismo, en Philadelphia.

Yo soy un hombre viejo, aunque no lo parezca porque siempre me voy moviendo, buscando alguna certeza entre las puertas de la ciudad.

He estado en muchas partes, y he dormido sobre las mismas piedras del desierto, y me fui alejando de los mismos escondidos jardines.

Pero a la vuelta de todo, yo les digo ahora que todo comienza aquí en Philadelphia, en nuestra propia Philadelphia.

Yo me fui con la multitud a East Room para ver el ataúd de Abraham Lincoln, y supe que el hombre más importante era un hombre sencillo.

Unos días antes yo me senté frente a él, temblando en la punta de una silla, mientras aquel hombre escribía sobre unos papeles.

Luego los apartó, y me miró con una sonrisa, y me dijo: « Soy un hombre muy ocupado, dígame lo que quiere».

Le conté a lo que iba, y me respondió: «Puede marcharse al hotel con la seguridad de que el Presidente nunca firmó una orden de ejecución…».

Me dijo entonces: «¿Cómo va por el frente?». A veces nos desanimamos, le respondí. Y me replicó: «Eso es normal».

Aquel hombre extraordinario me dijo conversando como un amigo: «Ya estamos cerca de la luz».

También me dijo con sencillez: «Ningún hombre debe desear ser Presidente de los Estados Unidos, y yo estaré contento cuando deje de serlo».

«Me iré entonces a Springfield, y Tad y yo sembraremos cebollas», así me dijo aquel hombre cuyo ataúd rodearía la multitud unos días después.

Yo vi que su regla era que en todo lo que tenía que hacer ponía su empeño, y lo mantenía hasta que todo quedaba terminado.

Está sonando la campana del tiempo, buscadores, a lo largo del mundo está sonando la campana del tiempo.

Cierro los ojos, y he aquí que veo los rostros de mi juventud; sé, como cualquier hombre podría decir al pasarle esto, que ya es mi hora.

Se me va acendrando mi destino, y ya sé dónde se encuentra el punto del horizonte que guarda los diamantes.

Y digo que para ser importante, hay un solo camino: ser importante aquí y ahora mismo, en Philadelphia.

Oigo la campana del tiempo, y cierro los ojos, y lo que veo son los rostros de cuando yo era joven, y procuraba la tierra de diamantes.

Yo estuve delante de aquel hombre extraordinario, que soñaba con el día maravilloso en que pudiera volver a plantar cebollas.

Ahora estoy aquí, y sé lo que digo, y es con ustedes que hablo, y quiero que lo recuerden, porque he visto que no saben bien cómo comenzar.

Hay que empezar ahora mismo, y aquí mismo, en Philadelphia.

Esta es mi principal lección: no atiendan tanto a lo otro, aquello que les he dicho de enriquecerse, y atiendan bien a lo principal, que es sólo esto.

Sepan que nunca como ahora Philadelphia ha de estar debajo de nuestros pies, donde hemos de soñar con los más vastos beneficios de todos.

Está sonando la campana del tiempo, y es llegada la hora, y hemos de luchar para que la tierra amada florezca dulcemente entre nuestros tobillos.

* Poeta, ensayista, editor y diseñador gráfico. Premio Nicolás Guillén, de México, en el 2004, y Premio Nicolás Guillén, de Cuba, en el 2005. Premio La Rosa Blanca 2005. Premio Samuel Feijóo de Poesía y Medio Ambiente 2007. Finalista en el Festival de Poesía de Medellín, Colombia, 2007. Finalista en el Festival de la Lira, en Cuenca, Ecuador, 2007. Ha ofrecido recitales y conferencias en universidades de México, Venezuela, Estados Unidos, Panamá y China. Máster en Cultura Latinoamericana. Profesor adjunto de la Universidad de La Habana. Versos suyos han sido traducidos al griego, al inglés y al chino. Ha impartido diplomados para la formación de escritores. Tiene un gran número de libros publicados. Trabaja como editor jefe de la revista cubana de poesía, AMNIOS.

Mujer que lleva una hoguera entre las piernas

Mujer hubiera seguido siendo semejante a la Estatua de la Libertad, a la madre Teresa de Calcuta, o a un manojo de hierbabuena. Pero un día tuvo conciencia de la hoguera que llevaba entre las piernas. Fue un inicio inspirador, en un otoño tedioso. Se había subido en el metro en uno de aquellos días en que una mujer se sabe desgraciada (o no se sabe mujer). Había prendido sus manos de un soporte, y se sentía como una pata de marrano bamboleándose en mitad de una nevera, cuando el metro se detuvo en la estación del barrio ruso. Un hombre, que nunca vio, se estrechó contra su espalda. Los puntos en que sus cuerpos coincidieron, le dijeron que se trataba de un hombre grande. Grandes sus manos, que entrelazaron las de ella. Grande su sombra. Olía peligrosamente a hombre dispuesto, y a lo que huelen los vientos invernales del Mar Báltico. Su cercanía y su geografía le revelaron que las guerras y la expansión del universo son idioteces. Mujer apretó las piernas, como lo hace una mujer cuando sabe que es cuestión de vida o muerte (en adelante aprendió a soltarlas y a morirse). El metro siguió su curso de norte a sur, de sur a norte, de norte a sur, de sur a norte. Todo el día. Hombre agotó sus malos pensamientos, y sus reservas de testosterona. Mujer sus resistencias y su miedo a lo incógnito. En ambos ocurrieron mutaciones y pérdidas. Mujer quiso ir hasta el fuego de los fuegos (porque se hallaba en la antesala del infierno). Cerró los ojos, y dejó que se quemaran su abrigo rosa y su faldón acampanado, sus argollas de oro Golfi, sus botas de cabritilla y el libro de Buen Amor que había estado leyendo. Cerca de la medianoche se bajó en una estación. En cualquiera. Y pudo ver desde la acera el cuerpo carbonizado del hombre grande que colgaba de un soporte. Desde entonces, mujer sabe que es mujer.

* Escritora de pocas palabras nacida en Barranquilla, Colombia. El relato breve es su territorio. No ha publicado libros, aunque ha escrito tres. En la "Torre de Pompeya", "Hombre Macho y mujer Hembra con cierta dificultad para entenderse" y "Ligeras Historias". Además de numerosos cuentos que ya están por ahí, de boca en boca. Algunos pueden leerse en su blog.

La generación estafada

Nacimos demasiado tarde. Nos arrastramos por el conducto vaginal para ser excretados en un mundo usado, de segunda mano. Cuando los abortos existenciales logramos desprendernos de la placenta y limpiar el líquido amniótico que cubría nuestro rostro, bastó con echar un vistazo a nuestro alrededor para arrancar un aullido de desesperación de nuestros pulmones recién formados.

Éramos el combustible de la máquina trituradora de hombres, aquella que devora almas para producir juguetes, baratijas e inútiles innovaciones tecnológicas. Aprovechamos la explosión del consumo para apilar capas de grasa alrededor de nuestras cinturas y convertir nuestros niños en paranoicos obsesos por la vida de la estrella de turno.

Nuestros padres bajaron del ascensor social con títulos universitarios, créditos inmobiliarios y un frigorífico repleto de embutidos importados. Revelaron un horizonte infinito ante nuestros ojos, ilimitadas posibilidades de superar nuestra condición de aborto a través del estudio, la creación o los negocios.

Luego llegó la política y lo destruyó todo.

Se filtró, con su manto de podredumbre y traición, por las rendijas de las puertas. Se arrastró por el suelo de las casas, trepó los muros y se deslizó por las cabezas hasta infectar los oídos de las personas. La comezón se convirtió en ardor; bocas que se torcían para llenarse de insultos que volaban junto a las gotas de saliva encima de la mesa familiar.

El legado de nuestros padres se hizo añicos en menos de una década.

Los políticos de todas las tendencias eructaron plácidamente antes de limpiarse los dientes con nuestros diplomas universitarios. Sólo aquellos que besan el anillo pueden salir a la superficie a respirar. Las nalgas obesas aplastaron nuestros proyectos, ahogando el grito de una generación que sólo aspiraba a publicar sus libros, rodar sus películas y exponer sus fotos, como lo hiciera la anterior. Los comercios se derrumbaron, los negocios familiares sintieron cómo las bases cedían ante el constante roer de los dientecillos de la inflación.

Somos vagabundos. Somos sobrevivientes. Somos los incrédulos que abrazamos los ideales de nuestros padres y vimos cómo un puñado de oportunistas estrangulaba nuestros sueños hasta convertirlos en polvo.

Somos los mesoneros de Europa, Estados Unidos y Oceanía. Somos putas que nos vendemos por un crédito estable y un automóvil último modelo. Somos los que dejamos de pensar en nosotros para pensar en mí. Somos el público pasivo de la crucifixión de nuestras esperanzas.
Observamos cómo todos nuestros ídolos fueron traicionados por sus pies de barro y estallaron frente a nuestros cansados ojos.

No tenemos proyecto que defender. No tenemos ideal que honrar. Somos la generación estafada, engañada, presa en el círculo vicioso de la decepción. Nuestra historia es la historia de los fracasos humanos: muros que caen para construir otros más prominentes, Estados que niegan nuestra libertad todos los días, leyes económicas injustas e incomprensibles.
No nos levantaremos de las cenizas simplemente porque no tenemos nada por lo cual luchar. Solamente seremos los testigos de esta debacle. Sólo queremos verlo todo venirse abajo, ver su puto mundo resquebrajarse como la galleta de nuestros sueños entre las manos de los políticos.

Burn, Babylon, Burn…


* Vicente es autor de la novela Caracas cruzada, disponible en la red de librerías Sur de Caracas, Venezuela. Su última novela, Historias de un arrabal parisino fue publicada por Ediciones Idea y se consigue en las librerías de Tenerife, España. Blog.

Un mendigo nuevo en la ciudad

Hombre al contenedor


Dejó  su cuerpo abandonado
en un contenedor de obra
los mendigos le sacaron la cartera
y una anciana palpó su bragueta
unos niños le retorcieron los brazos
le  tiraron colillas y se orinaron
y las urracas degustaron sus ojos
después sintió el peso de un sofá
aprisionándole las piernas
y un vidrio quebrado por el golpe
atravesándole la espalda
la sangre empapó bolsas de basura
escuchó a los operarios del camión
izándolo a un volquete
los gritos de las poleas
el desgarro de la trituradora
el crujir de los huesos
y el hedor
atrás


Sangre en el adoquín 


Había caído desde una altura
aproximada a la de mi vida
y reventé por dentro
goteaba sangre sobre el adoquín
fluía espesa hacia la alcantarilla
varado como una ballena que iba a morir
en la noche no había pasos
sólo mis sollozos huecos
de niño asustado
contemplaba las hojas del olmo
iluminadas por el farol
cola de pavo real
caricia de hojas clavadas
el torniquete a la altura de la razón
anunciaba al silencio
un mendigo nuevo
en la ciudad






Grito


Dónde estás grito
preciso tu rasguño
ábreme el pecho
golpéame de una vez
sal de tu escondite
libérame del silencio
apuñálame si es preciso
la espalda te ofrezco
tersa y erguida
no puedes fallar
 



Herencia  



Un paréntesis es nuestro legado
la vida se resume en dos números y un guión
a lo sumo una frase breve
en una lápida con flor

  



Asfixia


Hay una palabra que no conoce el aire
está luchando con las vísceras por salir
a veces pienso que la voy a vomitar
pero se queda en arcada
tiene espinas, me acaricia
enredadera por mi tráquea
me ha condenado al silencio de la amnesia
escribo como un autómata sin sentimientos
me muerde los ojos y los esconde
hay puñales en el paladar
pronunciarla será mi sentencia
voy a morir asfixiado si la beso




Suicidas


Sólo los suicidas
presumen de venas
de vacío
y arrojo
los suicidas, de cualquier familia
los que envejecen risueños
y dejan cadáveres cobardes
muertos de infartos
cánceres
o soledad
los suicidas, los de la sangre incorrupta
tienen ojeras
y te lo cuentan en cualquier bar.



* Escribe ininterrumpidamente desde el año 2000. Encontró la vocación mucho antes pero no la identificó. Desde entonces ha publicado tres libros titulados Africano, Los amantes de Coriolis y Sleeping train. En su bagaje muchas obras inéditas, fotografías y poemas en rotativa sin principio ni final. En su vida corriente hace lo que puede. Hasta trabajar.
Obra publicada: 
Sleeping train - fotografía y poesía- (Ediciones Amargord, 2007)
Los amantes de Coriolis (Colección Helado de Mamey, Ediciones Amargord, 2005)
(no solo) palabras para la Paz, antología VV.AA (Ediciones Amargord, 2004) 

Africano (Colección Baños del Carmen, Ediciones Vitruvio, 2002). 
Blog: www.joseramonhuidobro.wordpress.com 

Migas

Mis "miettes" o migajas las pienso de forma singular en uno u otro idioma, francés o español. Nunca o casi nunca las traduzco. Las que están en francés se quedan así, y cuando hago algunas en español son siempre nuevas. Son intraducibles en la medida en que es el sonido de las ideas el que hace que una u otra lengua cristalicen así. Haría falta un traductor de una mecanicidad perfecta, etimológica y aún de una etimología propia tanto a la parte como al todo. Es imposible darles otro cuerpo que el que tienen, de la misma manera que puede ocurrir con las greguerías de Gómez de la Serna.

On gagnerai beaucoup à envisager l'addiction à un blog sous le mode de la névrose obsessionnelle, qui s'enracine dans l'enfance tout comme le trouble schyzo-typique que vous avez pointé plus haut. N'est-ce pas qu'une cérémonie celle de l'agression verbale ritualisée, ou de la parade devant le miroir et voilée par une Toile, le blog ? Et après tout, il faut compter que la névrose à été banalisée jusqu'à disparaître de la Médecine, tandis qu'au début du siècle passé elle était raison suffisante pour envoyer quiconque en asile, de même que l'ivresse.

En las repeticiones hay que corregir, si uno quiere, siempre la segunda mitad, aunque aparente mayor propiedad. Y digo "si uno quiere", porque ciertas palabras que repetimos, como por ejemplo "cosa", no sólo son más espontáneas que sus sinónimos respetables, sino que son más verdad, dan cuenta del engranaje de las ideas. No es así con las exclamaciones, que nunca he considerado ciertas ni escritas ni habladas, no hay cosa más falsa y más inestética en tipografía que el signo de exclamación.

Si tenemos pobreza de ideas, debemos darnos por satisfechos. Pagar los servicios de un corrector de estilo es querer ser lo que no se es. Pobres peluqueros de la lengua, ellos son más miserables que el señorón de la inopia que te dicen a ti que eres. Si el profesor de lengua es un escritor frustrado (antes o después), el corrector de estilo es un profesor frustrado.

...

Un día se encerrarán en jaulitas en el salón a los liliputienses pornográficos.

Ella se enfada conmigo porque estoy más enamorado de la Luna.

He comprado el más caro del supermercado, pero aquí en Paris no se puede encontrar un salchichón tan bueno como el de España. El único que se puede comparar es el que B. trae de casa de sus padres.

Nuestra cámara de ecos está profanada por la fanfarria de una televisión que no entendemos.

Creerse Cristo era lo más normal en ese hotel, los personajes más notables se creían Calígula o Hitler.

No hay mejores amigos en el mundo de los locos.

El cine americano era una forma de teatro, mientras el europeo se parecía a un libro de pintura moderna.

El hijo del maldito es el mundano.

El poeta es ese señor que hace libros que nadie compra, los demás son mundanos exhibicionistas. Es como la llamada de una madre, la voz de la musa, no se permite el impudor.

Se ha querido hacer un himno al hombre normal y se ha comenzado a rebuznar de ignorancia. El himno poético es himno de pocos.

Nos duele morirnos porque representamos nuestro papel. El que se ha quitado la máscara sólo quiere desaparecer.

Je ne suis un mondain, mon art est ambitieux parce qu'il est petit bourgeois.

Todo pensamiento crítico, progresista o reaccionario, se podría resumir en un libro que se llamase "Escritos sobre la mierda". Esa es la prueba del origen anal del razonamiento. Retención o incontinencia. Estreñimiento o diarrea, en la vida propia del artista. El vómito viene después, con el pensamiento contemplativo.

El buen ladrón es el personaje sobre el que medita el hombre normal, el pensamiento de Judas, así como el mal ladrón, o el del propio Cristo son el pensamiento del mundano y del aristócrata.

Mis padres han puesto todos sus deseos en mí, y me han hecho un pequeño genio que tiene miedo de desilusionarlos.

Yo me negaba a combatir en los bailes de viaje de estudios, el autismo es el resorte oxidado del malditismo. Chicas que no estaban mal dormían con la cabeza entre mis piernas en el autocar.

Siempre he bailado para mí mismo, convulsivamente, entre los senos del universo, como en la primera visita al burdel. La atlética señora reía a pata suelta, agarrada a los barrotes de la cama.

Me he equivocado de día, eso es. Mi amigo no está en el restaurante. Guión de un suicidio.

El hasid en el burdel escribe.

Il y a trois crucifixions, le bon larron, le mauvais et puis celle du Christ, qui est le seul à avoir le cote percé. Ce fut une blague tres propre à son humour evangélique de cracher de l eau avec le sang par la blessure.

J ai tué l araignée du soir. Mes mains sont des marionnettes qui écrivent.

Ni me gusta el cantante de Police de turista en NY, ni Lorca en el mismo plan. Son una tortura y no tengo fuerzas para bajarles el volumen.

Es preferible no salir del armario a terminar en ese salón de prima donnas.

Une véritable paranoïa, la nuit. Il semble que je suis pas assez honorable pour écouter FIP. Il m'administrent du classique comme à James Stewart dans Vertigo. Je me sens crever à ces pianottements anodins. Ils ont fait quelque chose aux antennes pour que FIP n'arrive pas à mon atelier. Si ce n'était pas que je sais que j'ai cette pensée en délire pour pouvoir être original dans ce que je raconte, je serais fou. Figure de tonnerre...

...

Días fastidiosos para un aristócrata.

Siempre soy póstumo a mí mismo.

La lesbiana tiene una familiar repugnancia por los hombres, como el sabio.

El maestro irónico es un grado de la ignorancia.

El psicoanalista es un comerciante de la benevolencia.

El eclesiástico mundano de izquierdas, matizada aportación española a la vida cultural mundial.

Tu vas te rendre compte que le siècle sera un millénaire en prises avec l`Islam, si cela n´est pas de la stabilité...

Cuando las opiniones son artísticas...

Con internet se comprenderá el refinamiento de un analfabeto.

Lo escrito a mano se considerará lo impensable, una historia mediúmnica.

Amor de clases.

La izquierda será religiosa, y no habrá derecha.

Cuando se convierte en decider el periodista tiene la lengua de trapo.

El pintor que se vuelve más frágil que el músico necesita escribir. El pintor de domingo, como el trombón de una banda de música, es sólido y vive bien. ¿Para qué escribir?

El placer siempre supone correr un riesgo. No era tan disparatado asimilarlo al pecado.

Soy un viejo cascarrabias enfadado con sus mejores amigos.

En las zonas mixtas, has de ser bella para que un caballero te ceda el paso en la cola.

Antes de la llegada del ordenador, el hombre era aún la inteligencia de la máquina, la apartaba del fuego, la hacía girar, etc.

,,,

* Manuel es pintor y escritor granadino residente en París (Francia). Puedes descargar gartuitamente su novela Pleroma aquí.

8 poemas

1

El tiempo , perro estúpido,
da vueltas entre su propia sombra,
mordiéndose
la nuca.
Aquí
sobre esta mesa
que hace cuarenta años era pájaro,
hoy pulso
una cuchara de sopa,
la que usaba mi madre,
y vuelvo a oir  su voz, su paso de gaviota
picoteando en las rocas,
su  risa de lentejas,
señalándome que si ella sigue allí
no es un recuerdo
-los recuerdos no existen-
sino, apenas, otra vuelta de perro
sobre su propia sombra.


2


“¿Qué fue de la vida de Beth Burton”
decía el poema que escribí una mañana
en un viaje de tren
mientras cruzaba
por fugaces provincias de veinte años,
con los ojos perdidos en las quemas
y en ciudades a medio dibujar
contra el fondo del cielo.
De vuelta a casa
vino conmigo el cuaderno de versos
de la ausencia
y Beth, mi compañera de banco de la escuela,
se quedó en una hoja a esperar que tañeran
campanas de recreo.
Cierto día pasó el viento por casa y se llevó el cuaderno
para encender antorchas
en la fiesta de bodas de la muerte.
Beth Burton, su memoria de papel, su padre
Biblia en mano, su casa a la que nunca entré, se fueron
por el humo, pájaros de otro viaje del que aún
no regresan.



3

El silencio
aprende a colocar cada  carta
en su nunca
cada pena
en su adiós
 o su ginebra.
A dar las culpas justas como naipes
a perder preguntas
en medio de un teléfono.
                Sabio el silencio,
          que no vacila en pactar rendiciones
              cuando aún no hay señales
                de la guerra.


4
  

de tarde entre dos luces entraron
a la casa
revisaron
cada disco/ poema/ libro
propio o ajeno cada
cajón del escritorio
olfatearon
camisas/ pañuelos/ fotografías
de infancia o casamiento
dieron vuelta el aire
los bolsillos del traje
y la bolsa del pan

les faltó entrar al patio de los sueños

no tenían tiempo de esperar
hasta la madrugada.



 5

Sobre esta hoja desierta como un cementerio a medianoche

de qué luna escribir en cuál de todos
los techos del desvelo.
Cómo saber si fue verdad el aire,
si el jazmín nada más que un simulacro,
si la palabra fuego ardió cuando hizo falta.
Dónde anotar los pájaros del horizonte roto,
la voz de una mujer
                             fugada
                                        del espejo.
Tengo miedo de leer despedidas detrás de cada lluvia,
de creer una tregua entre banderas,
mientras la soledad –gusano endemoniado-
nos perfora los ojos.
O acaso es necesario pertrecharse contra
el roído muro de la infancia,
contra el primer silencio,
esa frontera incierta con papeles de prófugo.
Si es así, aquí me tienen, desarmado,
desnudo peregrino de la duda,
pidiéndole al primero que camine esta calle
que me responda
qué hago en el borde de la nostalgia en blanco.

  

6

Hay quien va en autobus a las seis
de un otoño.
Un libro suspendido en otro aire,
los ojos húmedos,
caídos
sobre esa línea que habla del amor vulnerable.

Sin misericordia.

Hay quien viaja sin misericordia
por su propia ciudad.
Lo persiguen sus lluvias,
sus preguntas
mordiéndole la espalda.
Tropieza y cae,
se levanta y cae,
reanuda cartas nunca comenzadas.

Olvidos.


Suelta olvidos
que intentan borrar parques, casas de la niñez
atestadas de ángeles.

A las seis de un otoño.
                               

 7

 Por caminos de polvo pasa el verano,
su  carruaje de siesta,
las maletas
de la mujer que vuelve
o que no se fue nunca.
Tiemblan pájaros al borde de la tarde.
Ellos saben lo que es quedar sin alas,
sin canción,
sin casa,
como ahora va la eterna peregrina, obstinada
en saber detrás de qué palabra
empieza el cielo.


El hombre que cierra el ojo izquierdo

 y apoya

el  derecho
contra su pasado
es incapaz de confirmar si es suyo
ese rostro infantil
al fondo de la foto.
Intuye fechas y circunstancias:
por el abrigo, invierno,
ese telón al fondo, el cine de su pueblo.
Si acepta lo que cuentan los mayores
le pertenecería
cada porción de aquella escena en sepia.
Pero él sabe que la duda
es la única certeza disponible,
y aparta la pupila.
Despavorido.
Urgente.
Sin regreso.



* Nació en 1952. Poeta, periodista, historiador. Escribe para las publicaciones Diario La República, Semanario “Vamos” y revistas “La Voz de la Arena” y “Estampas Colonienses”. En la emisora de radio Claridad FM de su ciudad conduce diariamente el programa informativo “De Ida y Vuelta”. Integra el grupo cultural “U”, que editó (en papel) la Revista “U”, ahora transformada en blog (“Prohibido Doblar en U”. Ha publicado los poemarios “Instrucciones en caso de Alegría” y “Perro de Balcón” y participó de dos publicaciones colectivas (poesía y cuento) del grupo “15 de Febrero de 1811”.