Toreteo

Buscando.

Desde hace unos años la ciudad me impresiona, de las que estuve-estuve, unas cuantas-cuantas, Londres aterriza y se comió a las otras. Me preguntan los pies a qué viene, y eso me pregunto yo también, a qué viene-viene. Me acompaña un cierto sentimiento de desesperanza y de balanza, y sí, existió alguna libélula, y sí, existen a veces, claro.
Para ser sincero definitivamente debería soltar el freno o agarrarme, y apuesto quizás por las tres, por si acaso necesitara un poema para poder seguir adelante.
Allá, sobretodo intenté perderme y orientarme a la par, cosa ni fácil ni difícil, cosa-cosa al fin y al cabo. Y no es cuestión de millares, sino de equilibrio mismamente.

En ese momento un escritor debe escribir algo no descrito y que dé fortaleza al texto, para que el destinatario siga con este esfuerzo que consiste, a qué viene, ¡vamos a ver!, en contar los minutos pedaleando, ¡pero si los espacios se abren latiendo!, como te lo cuento.

La música y sus derivados, es decir, los afro-americanos y vientos y voces, me vencen, todavía hoy. Estaba interesado, y lo estoy, en el mercado libre, y qué hay de verdad y de simple en todo este articulado que trama.
Lo más necesario, seguramente, era ver o tocar - manos - sobretodo las palmas, por allí mismo se empieza, por las palmas-las palmas-las palmas. Yo creía, vendrán de abajo, y vinieron de la tierra de donde nació el humeante incienso. Especias que vuelan a través de los alientos de paja.
Me enamoré del crepúsculo del tumulto - recuerdo a un hombre y una chica muy bellos - y en los alcohólicos las cervezas rodaban por los suelos, desheredadas, que no era yo.
Todavía hoy escribo sobre aquello, éste es un espécimen salvado, y me doy la vuelta.
Cierto es que las farolas están más viejas - días de lluvia y de semen - novelas malas con buena crítica en la contraportada, esos hijueputas, que dirían por ahí mis viejos amigos, y las novelas o episodios siguen estando malos.
Ahora tú te estás poniendo delante o exponiendo, al caso, vientre-con-vientre.
Las palmas porque son decisorias, si se posan sobre el vientre y no te enteras: he ahí el misterio, ni siquiera te habías enterado.

Estoy cambiando. Me doy la vuelta, el mar vuela bajo y hay caléndulas en mis ballenatos. ¿Qué será-será de este cielo colorao?
Un proceder sería, aquí o dónde se vive bien, y quiénes o quiénes hacen posible que esto sea posible, sin mareos, que como dije antes el mar está en reposo desde que se crearon los caminos dulces.
Y estoy pendiente de una curiosidad.-
Me voy hasta lo más profundo del horno a amasar un poco de pan y a dibujar siluetas en el aire mientras me chupo la boca. Si puedo.
Y un poco de tinto de verano-.

Volví, como vuelve el poema en definitiva, y sentí que el pan había terminado de cocerse o crearse. Entonces huelo, y me voy para otra ciudad, esta vez no voy a nombrarla, para no despistarme. Esta mañana me escribió, Antonio desde allí y me transmitió un bostezo universal que me cuesta descifrar por qué.
Piezas de fin de semana y más lluvia blanca, aunque es cierto que allí el flamenco me descubrió y me hizo llorar lo necesario.

No, Paul Auster, hijo, no es necesario que entiendas lo que estoy intentando describir cuando late el sofá mate y crudo a ratos, y no hay ratas-ratas a quienes invitar a tomar el té de las 4, que esto es de Andalucía.
Recuerdo que nadie se giraba cuando me quedaba con sus miradas, algunas, verdaderos lienzos, y dije, aquí se ve que esto existe como normal o común. Empecé a robar, sobretodo notas, me daba igual en cuál parque revoloteaba lo otro, lo importante.
Resulta algo curioso, conocí a más personas con zapatillas de andar por casa, café en mano o piel, ya lo dije antes; y se metían por la vena las letras. Y me dio igual, a decir verdad.
Recurrí al salmón, sobretodo por el brillo, y salí vestido de tomate, y me llamaron, vaya que sí, y empecé a trabajar, y me dio y me da.
Me interesan, volviendo a lo mismo y al asunto de antes, los saludos, más si éste es un abrazo, ¡ríase la gente!.
Podría lamer tu sonrisa sin mojarme, con estupidez y todo podría salvarse el meditar.
Me enseñé a pintar y fui tras las alubias, y te invité a pensar presumiendo con la sonrisa. (Te invité a pensar). Me escurro, y bueno, qué hay de malo en escuchar o en crear varias voces si los verbos son recurridos.
¡Uy de aquel colombiano que tocaba guitarra y saltaba por las ventanas con todo su peso y todo!
Ahora vive en otra parte.-

Desde entonces, imagino idealmente sardinas y olivas, no es broma, no, no me encienden las velas, me enciendo: nacimiento-amor-muerte.
Romero y lo que tú quieras.
Contar, que ahora es capricho, o no es como antes lo era; ahora puedes, aunque puede que no pueda, por falta de cama, se entiende.
Solamente acariciar, en lenguas, que si friego los platos o si hago la colá, pues sí, rezando, por el túnel y desde el laurel.
Si vamos por el arte de puntillas, y tuve que escaparme, y me escapo-me escapo-me escapo.

Estaba refiriéndome a Londres. Pues ya no, ya no me gusta esa ciudad, que sí, que cambié de parecer como el que camina,
¿o acaso los poemas no cambian?

Ale, a otra cosa, que me da la brisa en la cara.