Sin título

Vacía grande bajo el pecho
el deseo. Muerde, las pupilas muerden
y desescaman la piel dulce de los senos.
Arrecian rubíes en los labios que al abrir resisten.
Cuajan zafiros en las sombras de los gozosos suspiros.

Ah del aliento que se abre
en bocanada hasta oquedad,
ah del alegre albor del encuentro
en los altos abismos de la carne.

De la lengua prístino el ungüento
sobre la memoria negra de una sangre
que ya ahora llena los umbrales de tu cuerpo
de los huecos de misterios rebosante.

Tensan los arcos asustados ojos,
los dedos tiran de los claros hilos
de tu cuerpo atado; hilo del muslo
hasta aún no hallado centro,
hilos que vibran de la mano
que ha de llevarlos al cabello:
mansamente mano en hilos reposando
para otra mano enculebrada
que ciñe recio la piel
del tambor y el pergamino.

Y hiendo los signos de tu cuerpo
envuelto en las nieblas densas de la rítmica
ilusión de encontrarse en el ámbito suspendido
donde el tú da al ser afirmación ardiente.