V. de V.

I.

Somos hienas.
Somos caras que comen
caras, uñas sucias y sangre
en el sobaco.
La falta de memoria duele
debajo de la tierra,
después nosotros no buscamos
nada y acabamos siendo
hienas.
Estamos aquí y no importa.

II.

Son los pájaros verdes
los que arrancan de mi cuerpo,
pequeñas punzadas
sentimentales.
La tendencia de ponérmelos entre los dientes,
y después silbar.
Pequeños pasos en mi memoria
que se hacen verde.
De mi corazón y hasta el aire luminoso
donde puedo arroparme con su plumaje.

III.

Respirar oro.
Llevarte en el portaequipajes del corazón.
Es un viaje largo pero tengo ganas
de llegar antes de tiempo.
Se me pincha una rueda,
y puedo ver como tus ojos
han cogido un barco lleno
de equipaje cristalino.
Puedo ver como me hago de espuma.
Tus ojos son dos,
yo tengo más,
pero no ven tanto, ni tan lejos.
Tu desorden huele a perfume,
tu agenda es una montaña,
respirando siempre el oro,
que no es más que luz.
No cuento problemas,
los escupo con mucha educación.

IV.

Pelo caliente.

La tierra templada tiene
doloridos los pechos,
veo de color verde
y cientos de flores recordadas.
Desentierro una fruta roja
que es mi boca hambrienta.
Hay una niña muy bien peinada,
el sol le aprieta la boca,
ella se desmiga y echa a volar.
El físico del agua rejuvenecida,
su frialdad le da olor a planta.
Están las flores y las piedras
como manos redondeadas.
Está el pelo caliente
y los zumbidos subidos,
los árboles sexuales,
las miradas cerradas
y el sonido alto y saltarín.
En el cielo todas las cosas
se van cayendo.

V.

Nuestro amor tiene diminutas lamparitas,
que se encienden cada noche
y se apagan cada día.
Huyo del tiempo como si fuera una persona.
Le compro billetes a Moscú y le llevo a gatas
hasta el bordillo de mi calle para que los niños
le dejen jugar a pintar con tiza.
La magia y el honor de participar en esa tremenda tarea
convierte al tiempo en una paloma descuidada,
y yo me río. No puede ser.