15 minutos

Suena el interfono: ¿Quién anda?
Soy yo, el Camarón, baja.
Soy yo y nos vemos en la peatonal bocabajo, está visitando de reojo el escaparate de la peluquería del Zacarías, qué hubo Camarón, hace un sol de muerte.
Mediodía: Princesa moviendo el cuerpo hacia la Plaza de los Ángeles a saltos por la calle Avinyó y cañas en el Ascensor, le damos palique a la Tania, la vieja rusa nos habla del gótico y de sus casas relucientes con quebraderos de cabeza y de humedad de sueño breve. Salir y el Camarón andando rápido me habla de Doria la fotógrafa genovesa y de cómo la conoció: le gustan las calles del gótico cuando caen los halos de luz solar y se cuelan por las ventanas. Viramos hacia el Raval y él me cuenta y como siempre lo hace lo del barrio chino y los invertidos y las putas y los delincuentes y las drogas que allí habitaban con el ser humano / Joaquín Costa y hemos entrado donde el Girasol, más cañas y jamón de pata blanca - como nos gusta llamarlo a los tres. La señora Herminia está de mal humor hoy por no sé qué de la humedad así que la dejamos con los albañiles y vamos a lo nuestro que son las muchachas. Derivamos para ver a las muchachas - una somalí / una cubana / una francesa que comparten piso en un cuarto en la calle del Carmen / estamos esparcidos por el aire del Raval, el antiguo barrio chino / sin los invertidos y las putas como siempre me corrige él y de la misma manera; a mí no me deja hablar apenas quizás por eso de que soy joven y además escritor, y es que quieres saberlo todo, me contesta.

Entramos al apartamento / cuento con las chicas que están las 3 por los suelos como de costumbre y nos ponen unos matusalén con un poco de música cubana, charlamos sin parar y de pronto suelta el Camarón: esta noche llega el trompetista Lee Morgan a la ciudad y hay que tratarle como se merece así que le hacemos un juramento / Se conocieron de cuando estuvieron viviendo en Madrid y con el cual tocó en dos ocasiones acullá en la casa de unos parientes cercanos. Las chicas están alisándose el pelo y estamos oliendo el ron desde la habitación contigua, y todo es un vaivén endiablado así que nos miramos a los ojos y no hacen falta más palabras, bajamos a la calle a por unas situaciones y nos llama Lee Morgan mientras suenan los motores: llego a eso de las 7. Coge un taxi en el aeropuerto y nos vemos en la calle del Carmen, Gabriela la cubana te dará la dirección por teléfono - por suerte Lee habla un poco de español así que no tienen problemas en entenderse. Volvemos a casa de éstas / en éstas estamos plantados en el suelo otra vez y las chicas encienden el ventilador del techo, es julio y hay mucha humedad, entonces los poros de nuestra piel reclaman un poco de oxígeno o en su defecto ron y suena el interfono, es Lee suelta Yahma la somalí, que suba. Yahma quien llegó a Barcelona después de múltiples peripecias con una visa de turista y muy poco dinero o más bien nada: ¡suba!
Lee llega vía Madrid y de Managua, increíble muchachos, dejé los trabajos de Nueva York para retirarme de la vida laboriosa, pero no he venido a tocar muchachos / Lee es uno de los más excelentes trompetistas de todos los tiempos y cuando se atranca con el español habla en portugués o francés. Gabriela abre otra botella de ron y empezamos a platicar, del barrio y del chino y de su actual transformación, la del barrio chino y la del Paralelo, de lo que fue en otros tiempos y de lo que es ahora. Huelga decir que aunque yo sea joven a mí me gusta el Raval como lo he conocido y me da igual si el barrio chino fue así o asá, pero el Camarón acecha con su mirada y yo me callo.
Nos acercamos a la noche y es necesario bajar a la calle, en el Robles se sorprenden de nuestra visita así que enseguida nos marchamos hacia otro lugar más que nada porque al Camarón no le gustan las preguntas de los desconocidos y se pone más tierno y tímido que nunca con esos ojos que se le van a salir contra todos. Nos colamos deprisa en Eldorado y cenamos allí sí y con la gente del bar que no nos reconoce y por lo tanto podemos charlar a nuestras anchas y empezamos con lo de siempre y la cena suena así y todo tiene el olor de las siluetas y dejamos que el tiempo de la noche escurra.

A la plaza Real en un tren azul sugiere el Camarón, nos vemos allí con las chicas. Ya estamos en la plaza y nos sentamos en la fuente de las fuentes, tomamos ron y al aire libre y enseguida Lee tiene ganas de tocar y sin pensarlo demasiado vamos al ático de Tomasa propongo, seguro que anda ella semidesnuda por el salón y abriendo botellas de vino y echándole el guante a cualquiera / Tras una ligera dramatización de lo singular aterrizamos en el lugar en cuestión: ah Tomasa, brasilera treintañera de dulces labios nos besa al milímetro y nos seduce y agasaja con sus manos, su forma de hablar pone en tensión a Lee: a la cola muchacho, le digo, y él me sonríe: no sea que tu mujer te pegue un tiro. De pronto estoy con Tomasa en el cuarto de baño y acabamos haciendo el amor en la bañera, Tomasa es duende tanto en el sexo como en sus últimas y múltiples pinturas, mira aquí estoy pintando hombres y animales, llámalo animalia o como prefieras, si quieres dale tú mismo nombre a mi obra, necesito a un joven escritor como tú para que me nombre, y me enseña un cuadro inmenso de 2 x 1 metros y me deja con el espíritu abierto y aprovecha para bajarme los pantalones y decirme que la nombre.
Salimos a la azotea y Lee Morgan está endiablado como un ángel rebelándose tocando trompeta y está tocando y ya no para y el Camarón se sienta junto a él y con Gonzalo, joven guitarrista de Mérida que acaba de llegar a la ciudad y empiezan a ejercitar la pieza “Detrás del tuyo se va” y transforman el circo de invierno en verano. Tiemblan las estelas cantan estrelladas en el azul oriental del negro, en olor a ritmos zambrianos tintos de la noche y entre el cielo y el suelo permanece la rueda roja en el centro.
Lee enciende los ritmos a pulso y el Camarón los canta a diamante. Susurro yo los versos que me sé muy mal de memoria e improviso cuando se hace el silencio cuando la guitarra de Gonzalo se cierra en sí misma y gotea el viento y el de los fotógrafos se enreda en el aire. Llega Alicia con su canto ardoroso y lleno de flores rojas y pañuelos de papiroflexia, Alicia es portuguesa, sobrina de Amália Rodrigues - natural de Beira Baixa quien no sólo controla a perfectos golpes de voz el fado y el flamenco sino que además se atormenta silenciosamente con los ritmos del jazz trompetero.

Sueña la calle a luz y nosotros nos hacemos por ella de improvisto en grupo y por ellos que son los humanos de la ciudad y estamos mirando al tibidabo y se siente ya la humedad de la mañana y el mar y sus bañistas así que comenzamos a despedirnos quedando para mañana que es hoy, así que nos vemos en un rato / en la mar bella, tráete la toalla y nos vemos allí dentro de 15 minutos.