Atardeceres

1er Atardecer

El acecho de la tarde

Una vela, una llama,
un claro esfumado en tres gracias
donde empieza el ocaso de la luna,
donde termina el rumor del agua.
El viento sondea su cabello,
la tarde se vuelve más templada.
Una vela, una sombra,
sus velos traslucen mi mirada,
su boca ya es fuente tapiada,
y mi voz se muda
ante el ocaso de esta vela, de esta llama.


2º Atardecer

a Arcadi, cáliz sediento.

Que luz es luz,
mosaico despedazado,
vocablo redentor del arte.
Intuyes la mísera reacción del corte,
dedos puntillistas que se acercan
al borde estampado de tus ojos.
Y creas,
carne fresca que escapa de la faz del tigre,
gusanos que antaño fueron mariposas.
Iluminas, destruyes el cuerpo opaco de antes,
la mesa verde, la angosta cruz del alba.
Tocar tus manos, contemplar el infinito.
Tu centro,
cáliz redentor.


3er Atardecer

Allí donde termina el horizonte,
empiezo a vislumbrar tus ojos.


Tú, órbita de mi sangre,
fulgor del trigo que se vuelve harina.
Ocre sinuoso de la tarde
que ahíncas en su mejilla.
Trance meditado del hielo,
vapor de tus besos lunares.
Deja que te abra parte a parte
como el árbol erguido en su yunta
busca el agua en sus brazos errantes.
Como huellas que avanzan el suceso
de quien te busca para encontrarte.


4º Atardecer

Granada, algo que no existe.

La tarde es un hilo blanco.
La tarde es tuya
y mía, del aire.
Un cristal, una hoguera,
un cuerpo que se quema en tu azogue,
palabras que se tienden
con voz baja en tu vientre,
música que secuestra
tus manos asidas
en mi pecho.


5º Atardecer

Ven postrer luz del día,
ven frágil conductor del atlas,
dolor sediento que no escapa
cuando su mano me falta.
Acércate temblor etéreo,
frío que moja sus labios,
cadena que separa el rostro
tantas veces dibujado.
Ven columna de fuego,
ven cuerpo ya dormido,
fulgor negro de sus cuevas,
desnudez que soporta el instante.
Ven boca ya lamida,
ven flor ya tomada,
perfume que confunde su brisa.