Doce de Octubre

El rico olor del chorizo con huevos, el aroma del café de olla y el alegre ritmo del acordeón y el bajo sexto de la música regional transmitida por la radio despertaron a Cleto aquella fresca mañana de octubre. Su padre se había levantado, como de costumbre, a las cinco y media de la mañana a preparar el desayuno para los dos, antes de irse él al trabajo y Cleto a la escuela preparatoria.

A Cleto le gustaban los desayunos con don Teno que, además de ser buen cocinero, acompañaba muy bien a los acordeonistas de “la guapachosa del Valle”, cantando los corridos (para saber “quién es quién”) mientras guisaba el almuerzo. Cleto, que no tenía buena voz, acompañaba a su padre, silbando las canciones, mientras ponía la mesa. Esta hora de la madrugada se había vuelto la favorita del día para Cleto, no sólo porque compartía con don Teno el desayuno, sino también porque convivía con él, ahora que se habían repuesto los dos de la muerte de doña Tomasita. Durante esos almuerzos, Cleto y don Teno se intercambiaban chistes, y escuchaban y comentaban las noticias del día que la radio mexicotexana transmitía siempre a las seis en punto de la mañana.

En efecto, el almuerzo se había convertido en una importante tradición para la familia Hernández. Era el momento en el que los dos Hernandez, se sentían más unidos y aunque generalmente reinaba la alegría y la jovialidad masculina, a veces aquel hombre matriarcal se volvía tierno y nostálgico recordando a su finada esposa. En esas ocasiones evocaba las últimas palabras de doña Tomasita: “Forja a Cletito en un ambiente cristiano y enséñale a ser bueno y noble con los mayores”. Era cuando don Teno recalcaba la importancia de cumplir con la última petición de doña Tomasita: obedecer a los maestros, quienes “representan a papá y a mamá” en la escuela. Terminando el desayuno, levantaban la mesa, se despedían y se iban cada uno a sus oficios.

Al llegar Cleto a la James Bowie High School, se enteró que andaban alborotados todos los profesores de español porque había llegado la noticia que un grupo musical de Sudamérica estaría visitando la escuela con motivo del “Mes de la Hispanidad”. La conmoción se debía a la opinión colectiva del profesorado del Departamento de Español que la población estudiantil—en su mayoría chicana— poseía escasa cultura. Ahora, con la presencia de los músicos sudamericanos, los estudiantes no sólo podrían escuchar el castellano hablado correctamente sino también cantado correctamente.

Los profesores ya se habían estado preparando para festejar la Hispanidad organizando concursos entre grupos de estudiantes que habrían de representar a los diversos países de Hispanoamérica y de España con bailables y piezas musicales. Por su parte, los profesores se habían encargado de preparar platillos típicos de los países hispanos para que los estudiantes pudieran conocer “el auténtico” modo de guisar hispano. Todos los estudiantes de español, además, tendrían que saber los nombres de los hombres célebres de España e Hispanoamérica. La profesora de español de Cleto, La Sra. Jackson, se mostraba especialmente emocionada ante la visita de los extranjeros. La profesora les había reiterado a sus alumnos—en particular a los chicanos— lo importante que era para ellos conocer “los verdaderos valores culturales” del mundo hispano, para que pudieran tener más autoestima y orgullo en su herencia cultural. Para estos fines, la maestra había colocado en las paredes de su salón de clase pósteres que manifestaban algún aspecto cultural que los alumnos deberían conocer de los diversos países hispanos: corridas de toros, bailes flamencos, el jai-alai y el fandango.

A Cleto y sus compañeros les dio vergüenza tener que vestirse como gauchos o tener que bailar la rumba ante el estudiantado reunido el Doce de Octubre en el Aula Magna de la escuela, pero lo hicieron por no ofender a los profesores. Los maestros, sin embargo, no comprendieron la falta de entusiasmo de parte de “la raza” durante el acto… y a otros les dio ira cuando algunos estudiantes silbaron a los bailarines sudamericanos. Y a la Sra. Jackson le dio coraje, y luego sintió lástima, cuando al pasar el tiempo vio las cruces, rayos y “con safos” (c/s) que aparecieron en los pósteres de su salón.

* Cipriano es jefe del Departamento de Lenguas Modernas de la Universidad de Texas en Brownsville.