Hay que ponerle nombre a esta tristeza

Hay que ponerle un nombre a esta tristeza
hay que ponerle un corazón,
un ojo de gato o de serpiente,
hay que ponerle un vestido
tacones
maquillaje
y sacarla a pasear
emborracharla
y cogérsela en una esquina
o en un motel de mala muerte.
Hay que golpear a esta tristeza,
darle latigazos,
enseñarle quién manda,
amarrarla a un poste eléctrico
o deshojarla en una tarde de septiembre.
Hay que saber que el mundo
es una telaraña o una sombra ancha
dispuesta a devorarlo todo,
a tragárselo todo de una bocanada
o de un zarpazo.
Hay que entender que las cosas
tienen un lugar geográfico, un nombre,
una textura exacta y una forma
y que dentro de esas cosas
está desnuda y en silencio
la tristeza,
como una corriente de aire frío
o el mar cuando se han dormido las olas,
como un conuco solitario,
un rancho de tabaco a oscuras
o Matanzas a las cinco de la tarde.
Hay que saber que la tristeza existe
como existe la casa, la tacita de té,
el reloj, el árbol, los recuerdos
o la fotografía de mi abuela
con una blusa llena de pájaros blancos
y una mirada que me hace recordar
a todos los muertos que ha tenido que llorar
mi pobre abuela.
Hay que saber que la tristeza no sólo existe
sino que también tiene su espacio,
su rincón en el interior de cada cosa,
su propia coloratura, sus exigencias
e incluso sus horarios
y que a veces uno se cansa,
se harta de tanta mansedumbre,
de tumbarse en una cama,
de tomarse un frasco de pastillas,
de pensar en sogas, en puentes
o en desahogos sentimentales,
y de repente uno se levanta
y dice coño
y decide cambiar el orden del mundo,
ponerle un nombre a la tristeza,
etiquetarla,
mandarla a la mierda,
y seguir hacia delante,
siempre adelante,
como el que va en un tren
o en un motoconcho,
aunque el vacío siga en el lugar de siempre,
aunque nada sea como antes,
aunque el amanecer sea luminoso,
aunque la tristeza jamás desaparezca.


Este poema

Este poema viene desnudo y transparente,
delgado como un hilo,
liviano,
imprescindible,
cotidiano como los enseres de la casa.
Este poema viene sin sexo y sin horas,
sin drogas y sin amigas,
de espaldas,
con cuchillos en sus fauces,
sin faldas y cigarrillos,
como un pájaro,
una caída
o un alumbramiento.
Este poema viene con latidos
y sangre,
dentro de un panal de abejas asesinas,
doloroso y nauseabundo,
salvaje y con pelos en las piernas.
Este poema viene de adentro,
trae la ingravidez del alma
y las rosas que dormitan en el pecho,
trae la tristeza en un frasco pequeño
y lo destapa,
y lo huele,
y se enamora de su fragancia lacrimógena.
Este poema viene del fondo,
se me escapó de un resquicio del alma
y ya no consigo hacerlo regresar.


Mata a la gallina

Llegó la hora de la enfermedad y de la angustia
el tiempo de los gusanos
la hora de los aullidos
de la sombra y las enredaderas
Llegó el momento de descargar la pistola
de matar a la gallina
Nadie podrá encontrarte
nadie podrá señalarte con el dedo
o condenarte
o vengarse por tu crimen
El velo miserable de la noche te protegerá
en ese instante
y todos los lobos estarán contigo
Así que lanza tu telaraña seductora
mete a la presa en el corral
engórdala
y cuando haya transcurrido
la estación de los crisantemos
cuando no haya luz, ni un caracol,
ni una descarga eléctrica en el horizonte,
mata a la gallina
destrúyela
mátala
mátala
mátala.


Testimonio

A lo lejos está el apartheid en Sudáfrica
y los miles de casos denunciados
A lo lejos están el humo y las cenizas
en el campo de exterminio en Auschwitz
A lo lejos están los sitiados en Leningrado
en la época del hambre y de la guerra
A lo lejos están los stukas alemanes
y los infiernos que iluminaron a Guernica
A lo lejos están los ingenuos que cayeron
en la interminable Guerra de Vietnam
A lo lejos están los cerezos de Hiroshima y Nagasaki
y las dos bombas redentoras
A lo lejos están los hutus y tutsis
y los bailes de machetes en Ruanda
A lo lejos está una isla en el Caribe
y la sangre taína seca bajo tierra.

A lo lejos está la mayor creación: el hombre
semejante a un volcán o a una daga.

A lo lejos canta una madre en la cocina
y el recién nacido duerme sin presagiar lo que le espera.

A lo lejos el poeta escribe del amor y de la rosa.

Allá abajo el implacable cocodrilo se burla de nosotros.


Lúgubre

Se ha hecho tarde.
Es hora de agrupar las pastillas,
de acariciar el borde del vaso,
de empujar con mi lengua el bálsamo
que silenciará este enorme vacío.
Nunca mis ventanas estuvieron tan blancas
como en este momento en el que la vida se agota.
Se me ha hecho tarde para hilvanar mariposas,
para encender la lámpara que está sobre la mesa.
Ya se acabó la leche fresca del gato,
ni siquiera cuelga la lluvia de los tejados
ahora que se chorrea el alma
por las grietas de mis ojos.
Se me han muerto todas las cosas:
el lápiz, el papel, los libros y la música.
Sólo ha sobrevivido mi mano a esta hecatombe,
mi mano donde se confunden las aguas,
la misma que le da los granos a esta gallina
hasta llenarle el buche de hastío.


Mi mano

Mi mano nunca siembra,
mi mano mata,
se suicida lentamente,
como la última nota de una marcha fúnebre.
Mi mano es un racimo de balas,
cuchillos afilados que cortan las venas,
pastillas que dan alas a la muerte,
corales rotos inundados de rocío.

* Nació el 30 de agosto de 1978 en Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Escritora y periodista. Coordinó por varios años el Taller Literario Tinta Fresca. Ha recibido varios premios por sus cuentos. Ha publicado los poemarios De vuelta a casa (2002), Desnuda (2005) y Rosa íntima (2008).
En 2005 fue reconocida como la Vencedora Absoluta del XXI “Premio Internacional Nosside” que organiza el Centro de Estudios Bosio en Reggio Calabria (Italia). Sus cuentos y poemas figuran en varias antologías y han sido publicados por revistas y suplementos culturales de diversos países. Su obra ha sido traducida a varios idiomas.