Recuperemos el color del mundo

Nuestra infancia y, de igual forma, la de mi generación, transcurrió entre los sauces y los eucaliptus, los arrayanes y el agua abundante y clara de las montañas andinas, que los espíritus Muiscas, conservaron tan bien, desde que poblaron este magnifico territorio que es el departamento del Gran Santander.

Recuerdo que el aire puro corría libre sobre los tejados de barro de nuestras casas, por entre los corredores, como avenidas, y, el patio del rosal materno, donde la luz y el color jugaban con la mañana fresca desde donde empezábamos a mirar hacia el futuro. Nuestros juegos infantiles, el trompo, las metras, las cometas de agosto como flores multicolores, los paseos al río, los toros de candela de diciembre, los aguinaldos y el amor, llenaban el espacio y el tiempo, entonces no había lugar en nuestras vidas para destruir, para mal usar los recursos, porque aprendimos con total entrega a ser amigos del árbol, a cultivar las rosas, a preservar el agua porque supimos desde entonces, también, el valor de no enturbiar para otros la fuente donde calmábamos la sed.

En nuestra escuela urbana, no sólo las plantas eran parte del paisaje escolar, también las avecillas locas que llegaban a la ventana, eran parte de ese mundo, en que, orientados por nuestros maestros, aprendimos a querer y a valorar, sabiendo desde entonces que de no cuidarle veríamos una realidad como la que infortunadamente estamos experimentando por estos tiempos.

El mundo es y será un lugar bello de acuerdo con el uso que de él hagamos, por ello, es indispensable aprender a vivir dentro de una conciencia sana, dentro de unos principios firmes, a través de los valores de respeto por el medio ambiente; es fundamental y claro, que el agua es un derecho, porque como recurso lo hemos ido malgastando aún sabiendo que como derecho es vida; quienes entendemos la situación actual, estamos obligados a luchar por la consecución de una conciencia libre de indiferencia hacia el medioambiente, de acciones a favor de nuestra madre tierra, a entender y practicar diariamente comportamientos de preservación del equilibrio ecológico, estamos urgentemente llamados a respetar cada proceso, cada ciclo natural, que incluya la salud, la higiene del medio y que nos permita armonizar nuestra vida con la de los reinos que componen el universo.

El hombre es el ser más inteligente que pisa la tierra, pero bien cierto es también, que su inteligencia debe comparecer con sus actuaciones, que su sentido de supervivencia debe incluir un escenario que además de bello, ofrezca para todos los mismos beneficios, por tanto es indispensable dedicar mucho más tiempo al cuidado de los animales, al cultivo de las plantas, al ahorro racional del agua, a la descontaminación del aire.

En la actualidad son muchas la instituciones y los programas que trabajan por la preservación del medio ambiente, y es con ellas con quienes debemos hacer equipo para capacitarnos en los programas que nos orienten para adquirir nuestra condición de ciudadanos por la ecología, por la recuperación del color del mundo, batalladores incansables, defensores del agua, del aire, para que ese viento enrarecido de nuestros días pueda volver a juguetear libre, ya no por los techos de barro de nuestras antiguas casas, pero sí por entre los modernos edificios, entre Sirio y la luna tan cercana ya a las terrazas de los inmensos rascacielos donde miles de niñas y niños viven sin conocer el aroma de un sauce o el fruto de un arrayán, pero eso sí, con el mismo derecho de crecer en un mundo tan bello como el nuestro aunque hayamos cambiado el trompo de tagua, por el juego virtual, el toro de candela de diciembre por los rayos artificiales de las “leds” que adornan la altas y modernas cornisas de las metrópolis.

Es entonces definitivo, que desde nuestros hogares, desde nuestra escuela, desde las empresas, desde todo los rincones del mundo, enarbolemos las banderas de amor y respeto por la tierra, por los seres vivos que la habitamos, por el equilibrio universal para que no quede un solo elemento si hacer parte de la existencia hornada con la inteligencia y la huella de una civilización que siga brillando en el universo que habita desde este planeta azul la infinita ruta galáctica que un día los Mosetenes, desde su extraordinario mito llamaron LA VIA LÁCTEA.

* Licenciado con estudios principales en Español y Literatura de la Universidad Pedagógica Nacional de Bogotá, y es especialista en Comunicación Educativa y en Enseñanza de las Artes de la Universidad de Pamplona, impulsor fundador de grupos de teatro estudiantil y de maestros de la ciudad, presentador de programas culturales y docentes de la televisión local, miembro de agrupaciones musicales de la ciudad, profesor del Colegio Provincial San José. Se ha desempeñado como catedrático de la Universidad de Pamplona, su obra literaria ha sido registrada en el compendio Quién es quién en la poesía colombiana, parcialmente publicada en diarios departamentales de Cúcuta y de Bucaramanga, en revistas como puesto de combate, lideres del saber, cuadernillos de poesía de la U. Pedagógica Nacional. Seis libros de poemas son su patrimonio personal, un libro de cuentos, su intento narrativo, y la canción del adiós y El bambuco Con sabor a Identidad, sus intentos musicales. Su empeño es hacer de la poesía una llave para entrar al alma del ser humano.