Noche de perros

Me llamo Alberto y voy en metro a casa. Allí espera mi caos habitual.
Actualmente entrar en mi habitación requiere de un esfuerzo importante o más bien de una pala. Con eso podría apartar las capas formadas por parte de mi vestuario, varias cajas y algunos objetos que saqué del trastero, como el equipo de esquiar, pero que en realidad ni pienso usar, ni tengo intención de devolver al trastero. Unas botas montañeras me vendrían bien para escalar hasta la cama.



Hablando de calzado, un perro acaba de echarse a mis pies. Vaya can, se está acomodando, se ha puesto a dormir. Lleva una corbata atada al cuello, debe tratarse de alguien importante, a ver quien es el dueño, claro, un okupa. El okupa me está mirando con resquemor, se dispone a despertarle. Tranquilo no hay problema, el chucho puede usar mis zapatos como almohada.


No es mala idea lo de la corbata. Si patentara esta idea, más de uno se la colocaría a su mascota, visto como les colocan abrigos y camisetas, y gorras de cuando estuvieron en Miami. Es cierto, una vez vi un animal, que no merecía llamarse perro, con una gorra amarilla que tenía un texto bordado en azul. Era un texto en inglés, traducido se leería: el super can de Florida. Iba con Marta y me hizo mucha gracia porque era pequeño y realmente ridículo. Marta se incomodó un poco y me dio un codazo por consideración con el dueño, pero en el fondo también se burlaba. Pienso que esta corbata es el mejor complemento que nunca vi para un perro. Encima tiene guasa, todos los que llevan corbata son perros.


Ya bajan. Voy a seguirles un rato, me apetece caminar.


Tenía tiempo que no venía por Sants, no está mal. Mi amigo Gabriel vive por acá y me ha comentado de las movidas que se hacen. Es cuestión de descubrirlas. Estamos en la calle Rosend Arus. Una vez entré al viejo teatro que está en la esquina. Lo cogieron unos okupas y hacen unas fiestas tremendas. Claro que para mi gusto hay demasiados perros, aunque la verdad nunca me han agredido. Los okupas podrían poner una escuela para perros. Seguro lo harían mejor que esos entrenadores que cobran una pasta, por enseñarle a un perro a hacerse el muerto.
 
Nos detenemos, el okupa se ha girado, me está mirando. Intento mostrarme amistoso, pero no sé como. Creo que espera a que le diga algo... no puedo. Me dice algo, si me lo pide me voy.

¿Qué quieres? ¡Eh! ¿Qué es lo que quieres?

No me gusta como ha dicho esto último. Ahora introduce la mano en esa mugrienta riñonera que lleva a modo de cinturón. Debe haber de todo ahí dentro... y tal vez está empuñando una navaja. Me he quedado en blanco, me están pitando los oídos. Viene hacia mi, ahora saca algo...¿Porqué me mira de esa forma?

Tranqui, no es para ti.

Vaya susto es sólo un hueso de pollo. Ahora se agacha y se lo ofrece al chucho. El chucho no lo quiere, hace bien, ese hueso debe tener al menos una semana de edad.

Nos movemos, el perro camina arrastrando la corbata, pensé que era su correa. Tal vez el okupa sólo hace uso de ella si hace falta. El chucho se está agitando, se ha mosqueado... no, más bien algo le llama la atención. Ese olor...un chino. 


Me ha entrado el hambre, voy a coger un poco de comida para todos. Les haré unas señas con las manos. Todo el mundo te entiende cuando estás invitando.


Todos los chinos son iguales. Es un decir. La chica me atendió bien pero estuvo un poco nerviosa. A lo mejor pensó que era un inspector de trabajo o algo parecido. Lo digo porque cuando la chica entró a la cocina, al poco tiempo, había tres chinos mirándome con temor desde la ventana por la que entregan la comida. Me incomodaron un poco y me puse a mirar la decoración. Quise decirles algo pero no se me ocurrió nada.


El okupa me está esperando, voy hacia ellos, creo que mi presencia ya no le molesta. El chucho si que entiende, el olor de la comida le ha animado, no se me echa encima ni nada. Mantiene el tipo, tiene clase, sabe que es suya. Está observando los envases que hay dentro de la bolsa. No me sorprendería si mete la cabeza en la bolsa y luego me da una palmada. Pero como una palmada... es lo que diría Marta. Ya se que no tiene palma, pero ¿cómo llamo lo que hay debajo de su pata? La planta. Pero no puede darme una plantada, quiero decir, que yo sepa no existen las plantadas.


Hemos llegado, estábamos cerca. Cuanto cerrojo, al menos he contado dos candados y tres cerraduras. Ahora da la luz, es un local, creo que era una panadería. Nos movemos, vamos al fondo por platos y cubiertos. Pues no se lo montan mal los chicos. La cocina está más limpia que la de mi casa. Es lo que tiene, entre todos tienen que mantener esto andando. Igual capto unos okupas para que se vengan al piso, si lo mantienen así de limpio.


El chucho se está inquietando, hay hambre. Llega alguien, una pareja y otro perro con corbata. La verdad es que esto de los perros con corbatas me ha hecho gracia.


Sonrío ¿Hace cuanto no la hacía, un año, dos? 



Pues ni una queja con el chowmein, volveré a ese chino. El chico le está explicando a la pareja, que les he seguido. Asienten con la cabeza, no hacen preguntas. No hay mal rollo, me agradecen la comida. Se está bien aquí, comparado con la escalera en la que vivo, en la que todo el mundo indaga y chafardea. Que cómo me las arreglaré ahora que estoy sólo, que cuanta pena les doy, que hay que ser muy tonto para dejar a una tía como Marta. Yo en cambio no me pregunto cómo se las arreglan ellos, ni cómo consiguen vivir siendo una panda de merluzos. O porqué siguen juntos los del tercero primera, aún a sabiendas que el amor les abandonó, hace al menos quince años. Si Marta, se fue, se acabó.


Estos chicos en cambio no me preguntan nada, seguro se pueden imaginar qué me ocurre, o no, pero no preguntan nada. Se están levantando, les sigo, vamos a un patio, tienen un juego de terraza de madera; lo dicho, se la montan bien estos punkis.


La chica me está preguntando como me llamo, creo que le gusto, espero que no sea un problema. Mi amigo el okupa le dice que no insista, que no hablo. La chica quiere saber porqué. Viene mi amigo el chucho, se me echa a los píes. Me mira, quiero decir, me está mirando profundamente. Sus ojos me están hablando, quiere saber qué me ocurre, le escucho claramente. Le hablo, le cuento todo.


- Marta es maravillosa pero ya no la quiero
.

- No, no es eso, no fue por el aborto
.


- Fue una decisión mutua, pero con esa decisión se fueron muchas cosas
.


- No tío, no estoy en contra de abortar, estuve de acuerdo
 .

- Escucha, esto no se le contado a nadie. Creo que nunca la quise. Tal vez sólo al principio 


Si no me equivoco...esta incomodidad en las tripas... Sí, ahí están: unas ganas de llorar. El chucho me ha puesto una pata en el hombro. Me está dando una plantada. Me está abrazando. Amigo, tú si que entiendes.