Tierra y mar

Ángeles. La tierra duerme la tarde, que venga ella a la siesta a la tierra en el sol, pega bajo el ritmo, a tropiezos florece en el aguacero del mar contigo. La rama abre los ojos va a lomos de la cuerda, en silencio en noria aparece, sentado a la siesta, en agujero se deshace en la playa del azul del verde. Por los palos del aire va una corneta de avispas mañaneras, compañerita del desasosiego, florece el amor a la luz del alba, que por eso te quiero, por eso el recuerdo queda fuera, me abandona el ruido, en el oído contento de tus ojos fosforescentes, va de noche regando el cielo eléctrico, de romero en el norte. Fue en alegría la primavera unos ojos cerrados un flujo de cometas la primavera dentro mío, por eso te quiero, por eso en recuerdo te abandona la luna, mi sueño de ángeles marinos canta en silencio.

No quieren que se descubra el desnudo. Quítate el antifaz, gruta del mar, voz de suspiro, en ola, en barca, en el azul colorado te alejas, te acompañas, de voz en suspiro agrietas, como un fru fru fru verdeas. Del azulito y del coral en ámbar, baja un torrente de fuego, ay brasa, oh azulejo, agujereo que, crucero en calma. La mano bajo tierra, rojo de brío, lo que dices, yerba de la atalaya, hermosa eres, como de mi cuerpo luz, desengaño, ser de luna, cabeceas en florero.

Voy buceando soy un buzo de agosto. En la vagina del recuerdo en rocío voy buscando un frío de ángeles. Aquí está caliente, allá temblando. El túnel es ancho y angostado, sumerjo, bajo al fondo, meneo, ese que sube del aire o el mar a las olas, duermen los pezones mientras acaba la noche y el café y la leche se corren por tu boca.

Cosquilleo, porque si fueras alma, o como dicen arma o hasta la noche como un tiro trero, la flor de tu mirar o casida oh amuleto, está oh río, almacén de los versos, como una emboscada de rimas, como un frío frío en rama, como un frío frío de mimbre, le gritaría al cielo en sangre. Fuente de piedra funde, rompiendo el mar, blanco y rojo, en negro como alegría, en sol y almuerzo soplan a las voces, lejos.

Los pies pensaron que era una luz blanca como el agua del torrente. Entonces nacieron el empuje y el vaivén, al compás trazando un círculo semi perfecto, a raya partida, el olor de madera en el fondo de tu clítoris avanza a un lago de sempiternas naciendo en sueño, una memoria el material, o también serviría para hacer arco de corazones, dulce vida.

Porque no hay cyán sin verde, como un crepusculero, en el albaicín la veo, en el paseo de las piedrecillas, ruído. Cuerda y esparto, mesa de mármol, en ti seseo, como el cabritillo, meneo. Agua de dulce, proa del veo, a cien luciérnagas he visto, en la penumbra del siseo. Bruma, alguacil, serpenteo. Duna y cuchara yema y escarceo. Pruro el beso, el aguijón piadoso, fue una emboscada el amanezco. Otra vida la tuya, como en calcetín, la veo.

También se puede hacer el amor a plena calle, a reviento contraluz, haz la prueba, mientras los transeúntes siguen con sus moléculas de trabajo, a todos nos pillaron trabajando, pero vete al verde charco, arrodíllate y allí mismo sabrás que es una constante nítida célula del contigo saliendo de la boca del metro; sabrás por fin que, te hinchaste como si fuera la última vez, la última vez en que ibas a perder la certeza.

Por dónde andarán, ay, del nomadeo, sin prisa prisa, lento el correteo. Tú correveidile, sartén de trapo, sonaja, estribillo y reo. Dile a tu mare que la muero, di a tu hermana que adónde fueron, si sale el timón haciéndose pañuelo, a trompicones dentro, pienso, a tiburones, siento, si a tu vera, duermo.

Junta el arrumaco, sirve un vaso de ron con miel y un plátano dorado, un cascabel como trompeta de Miles Davis, suena despacio, como un reventón reventado, como un puzzle que se abre a los lunes, en domingo, un juego de mar en la ciudad, en ritmos planetarios que en astro llegan en flamenco bajo, como un subterráneo del olimpo.