San pacá y San pallá

Al caer en sus pestañas un hilo delgado de semen, Sahiba se quedó pensativa sobre el sillón agarrándose melifluamente de las orejeras. Entreabrió su vulva oscura y se tocó la raja. Se le erizaron los dedos de los pies y tuvo que rozarse los pezones para sentir el calor de nuevo. Se levantó y empezó a freír samosas como una poseída.

Un hipertexto me avisa de que las estrellas son azules eléctricas y de que está a punto de caer un trueno naranja. Me descargo una noción del tiempo y hablo con el ánimo de mi corazón, al que encuentro más feliz que de costumbre. La voz interior al gozar de un fogonazo la llamarada comienza a encenderse: una lluvia de meteoritos que de vez en cuando corre por el barrio con los cuchillos y los liberados por Truman el del Capote. Pienso en el hipervínculo que he recibido por destino en la bandeja de entrada desde Santiago de Chile: los poetas están tirados por los suelos [falso] / el sueño, la mano del tiempo, avanza y soles de arena rojizos. Lo cuento al pie de la letra.

Sohail arroja la pócima, 96º envuelto en el electro progresivo de Lucrecia y lo zumba sobre la navaja quemando la censura [Platón]; empapados de tinta electrónica estamos, tinta desnuda, los poetas, el teatro, la comedia [Aristófanes], las ranas se esparcen en las aguas y al prenderse la llama ensordecen, empieza a detenerse el espacio, el tiempo, estamos sudando, transpirando, goteando tinta negra.

Cuello al fresco, lluvia y masaje en el clítoris de Aishwarya. Puedo luego a través de ella [el poeta también es médium] percibir que los hindúes de mi ciudad viven igual que nosotros, quienes tampoco somos de aquí pero nos lo creemos [identidad fragmentada]. Me acerco aislándome a la casa de Viktor el de las pinzas de madera, pues al estar pintando retratos multicolores de mujeres hindúes y pakistaníes me invoca con la voz de Shivá. Tuve que apresarla por la mano para que se sentase conmigo a tomar una tisana; se enlaza a mi cuerpo y tengo que abandonarme al placer, mordiéndome, desde la imaginación, los labios.

Me recogió uno de color colorado en la calle del León, uno de Senegal, pues iba a presentarme a un intérprete que se encargaría de mis derechos en Dakar [sus derechos humanos]. Le pregunté por su madre, Etiopía, y me dijo que hasta el momento todo iba bien, aunque el chico se apresuró cuando advirtió a los que pretendían vendernos cocaína y marihuana en la calle del Vidre.

Estuve cenando la noche siguiente con Derrida y Barthes y Foucault. El mito del artista sigue estando vivo y con ellos las botellas de vino y la mujer o el hambre, el ser humano, la dignidad, todo derruido, reconstruido y fileteado: póngame una barra de pan, por dios, y me la apunta.

Un escritor a quien conocí fuera de mí y dentro de aquí, me dijo una vez - la sola vez en que le presté atención - que no le interesaban las máscaras - un poeta sin suerte mediando los versos de su maestro. Me interesan las máscaras para después poder quitármelas, mendrugo, le dije; el poeta es un fingidor, que diría el portugués, como el narrador, quien también fabula sus propias costumbres, fusilando sus propias ideas, fingiendo que son verdad las mentiras que de verdad finge.

La noche empieza cuando oscuro tirando a carboncillo borrachos al amor con estos pedales de amor que cambiamos bajo la risa, para que cuando acabe el milenio no acabe la Rueda, de ahí que nos metamos a cantar una copla: se escucha la breve brisa, los zapatos de Mariette, la uñas pintadas y el chillón limonado de sus botas, resuena un camelo de piel y del collado baja un río de semen a rebosar de flujo.

Bella es en el estado de lo misericordioso la humanidad bajo el influjo del flujo de su vagina, la voy descubriendo con un tubo de vaselina al combate, Valeria, me mira y me guiña, la cojo por el balcón y desde el balcón, me la cojo y me grieta. Estamos jodiendo café con acritud poética en el balcón que da al Ra, acaba de subir Lucía quien acaba de comprarse una peineta en una página web que ayer no existía y que muy probablemente mañana tampoco, estamos fumando unos cigarros y en el balcón de enfrente aparece la silueta de Buñuel - mal iluminada - formando un readymade y empezamos a sospechar de la realidad, a husmear, por los cuadros de Courbet los cuales están apilados junto a la lavadora, sus autorretratos formado un cadáver exquisito, la biografía de Lacan (auto de si mismo) recién almizclada, y al fin y al cabo debemos, ya estamos, masturbándonos, cada cual con su ron, su ducados, aunque acabo de acordarme de mis adictos, mis amigos, los Fluxus.

Cuando nos dirigimos a la macabra es para ir hablando con el de los zancos y los malabares y las posibilidades cabalísticas que hay en todo ello. En la macabra nos saludan pero enseguida nos apean de aquel circo pues no tenemos intérprete.

La filología empieza con el Ramadán para Adib y cuando acaba la luna se da una vuelta por su pueblito perdido en el atlas, se toma un baño sueco y le dice a su madre que deje de pedirle dinero: se dan de palmas en el trasero y con un ruido ensordecedor ella acaba la fiesta y él regresa a su casa.

Ya en otra correría nos ponemos a silbar porque así de este modo tan sencillo pasan las mañanas si es que se está de buen humor; bueno, todos menos la Sagan, a quien encontré por la enciclopedia el otro día bien borracha, pues se cogió un pedo de la hostia la otra noche y no puede deshacerse de él: cuenta en su diario que quiere morirse.

Al abrir la taza del closet como dicen algunos que no conozco pero los oigo, vi a un yonqui y le pedí auxilio. Me cogió del brazo y tiró de él. Fui a parar a un cuarto claroscuro y allí me encontré con Swift y Carroll que estaban enredando con unas niñas, y para no verlo me tapé los ojos e hice como si no mirase. Le pedí al yonqui que me ayudara a cruzar el umbral y me metió un picotazo que aún me sigue doliendo.

Me informó Clara del desconcierto de los Slipktrust en el océano, “la entrada está un poco cara pero merece la pena, no vas a volver a verlos porque el cantante está a punto de morirse”. Para morirse de pena no necesita ir uno a uno de esos desconciertos, que vengan ellos si quieren, para cenar les prepararé caviar a la donostiarra, que avisen y traigan tequila. ¿Tequila?

Salimos sin quererlo - el artista no quiere / desea - desnudos los torsos pintados y a la calle, nos toman varias fotografías: los beatrónicos salen de la arteria envalentonándose, calada de valor al viento; Cortázar está atrapando moscas con las manos, siempre le da por ahí cuando se mete las manos en los bolsillos y le empiezan a sudar, se pierde ahondando en la ideología en la teología en la mitología en la hermenéutica, y ¡oh! qué arte.

Muchos no somos pero para qué, si los simios nunca fueron de un lado para otro si no que despistaron a los hunos y luego inventaron el cubismo, sí, fueron ellos mismos, y luego se decidieron por el arrabal de los astros y el espejo, aunque ahora está el DJ, mientras su madre le devuelve la ropa recién lavada y planchada, cría electrogrados para que sucumban al terror de los pornódromos. Tus hijos te sacarán los ojos, queda dicho, tanto se goza cuando se hacen las cosas con decoro, se entiende.

La galería de arte murió con el perro, les dio estacazo cuando aparecieron y todo quedó en el instante literario y escrito en el porvenir del imaginario del pueblo. Los caminos llevan a todas partes - entretanto un salto espiritual o alegórico - a ninguna y en definitiva la electricidad nos permite tener una conexión entre el equilibrio de nuestros dos hemisferios. Espíritu y alma se tornan afables con la inspiración y el entusiasmo del siglo nuevo y por el nuevo milenio amén, que ya los estamos echando de menos, a quién, a los resucitados, aunque no lo parezca.

El poema, una voz, un hilo, espíritu, voz, hilo de valor que corre de interior en interior, en conexiones, en nombres, son las paredes de la habitaciones del grito, sangre, verso que atiza, libro que aluna, vértigo, resquicio, polvo, guerra y paz, huida, primor, sueño, sílabas, nombres, luz, blanco, tinieblas, oscuridad, percepción, coraje, nombres, níveos laberintos, aparatos, técnica, berso, veso, máquina, tinta, blanco, boz, fundido a negro, huida, el otro, la otra, nosotros, vosotros, el mensaje, el desencuentro, el encuentro.

Beatriz, coge la palangana y ponte las gafas de sol, mujer, que vas a enfriarte de tanto tener un agujero por el que echarte de menos.