2 poemas

Se vende


750 centímetros cúbicos,

cuatro habitaciones.

Paredes y vasos seminuevos.

Interior, sin luz natural.

Húmedo y ruidoso.


Bien equipado.

Para entrar a vivir.


Nieves


Ejércitos de olivos boquean crucificados bajo el sol blanco.

Sus verdes filas se retuercen en la distancia,

rajando los campos hacia las torres moras,

donde el brillo de los espejos perla el atardecer cansado.


Un polvo de leche gotea sobre la aldea.

Dentro de las casas palpitan los braseros,

y el frío corre limpio y fresco por las calles,

lamiéndolas con la lengua del tiempo.


Nieves, siento que me esperas esta noche.

Ciegos pies me llevan a la fuente,

donde flota la luz de tu espectro.

El vapor de tus vestidos ondea lento,

y tu cabellera se mece bajo las oscuras aguas

de un cielo mudo y sin estrellas.


Te vuelves hacia mis pasos.

Tu mirada verde crepita sin verme,

errando lánguida por mi rostro,

y tu eterna sonrisa lee mi nombre,

soñando con días olvidados.


Habitación 115



La vecina de arriba se alivia con las manos al crepúsculo, la radio menea, el megáfono cocodrilo potente que tiene escondido tras la persiana, mi-la-na, se afina, y pone el diario boca abajo porque ella a nadie entiende, es aquí, la salvé el otro día en la mirada del que fumando chiribitas, un ángel debido a ser un ángel, me fui, dijiste, se fue la llave del acordeón del cuerpo, los ángeles del agua no te comprenden, el reflejo, el retrato de tu cuerpo en el vidrio del mueble que subimos el otro día a tu vivir, la habitación 115, porque si tú te desvistes, te veo, y si te veo, sí, en piedra de mar existes.

Fue una cantilena de noche en este país donde las cunas que nunca comprendiste en el río de la ciudad del engranaje de tus pechos lo vimos, era un ángel, un traspaso, un tramposo, un no esperar en nadie, un amuleto bien apretado y un secreto, una voz, un tango, el arenal del gozo, la sinfonía, el verbo agudo en clavo, laurel, azafrán y romerito, corazón, corazoncito, bambalinas, la lune, los niños, frenesí volante, gorrión de visos, por la noche, de noche, en noche, a la noche, anochece en la ribera del poema y atravieso el poema en trapecio, en tu escote, en la libertad de tu escote, entre tus pechos de gasolina, la golondrina, el amuleto perdido y suave, el canto que brilla en levante.

La peluca o el gorro dejaste de miedo, te abriste al amor y por la ventana, en un triste compás me dejaste volar contigo en baile, tus pies que se escurren, desnudo timbal, tambores, cuerdas, piel, huellas, el vagón verde de tus ojos de arroz y vidrio, vaivén y mantra, ruido, canela, cantinela, nueces de madrugada me despiertas y eres como el astro, la habitación 115, el murmullo de tus flores, la ducha, el viento y el goteo del viento, el soplo y el jadeo en la habitación 115, va, viene, como en murmullo, y te llevo mis discos y cassettes preferidos, las ondas africanas, desde el colegio de los párpados, hoy, rojo tu requiebro el fruto globuloso de tu entrepierna cruje, los calcetines, deja que los lleve a diario porque ya no tengo, que dibuje pasatiempos en tus muslos, un mediodía lunar, un oh-ah-oh-ah de barrio y copla, la brisa y el delgado freno que se instala en tu boca de incendio, enfrentando al pasado el codo, la veleta, rumbo por la soledad rumbea, multicolor laberinto el de tu espalda, brío y sonámbulos de paisaje, no existe la ciencia ni en ti ni en mí, ni en esta claridad de héroe, de héroe relativo de agujero negro, que de sed sé por tu saliva, porque se prueba, se siente, se entiende, el día es un paso largo de alas, piscina, tocando, tirititrando, tran-trero-tran-tran-trero.

Es el olor a orgasmo que viene de la habitación 115, la gruta que se abre, la gruta que me cuenta la historia de su vida mientras ruedan por el piso las ruedas que tú inventaste con el sonido de tu identidad, un órgano, cuéntame la intimidad de tu brazo, tu éxtasis, al quinto día ya vivías en la ducha mientras yo siempre llegaba tarde al chorro, el muro, frío mármol, tu identidad, y yo tocaba presuroso el mármol blanco, la separación, y creía tocarte en fémur cuando ya habías abierto todas las puertas de los huesos y habías desaparecido por el tragaluz. Veo.

Fue una noche de jazz en minúscula negrita e irradiación blanca, un ejercicio en trineo por las escaleras que descienden y que luego ascienden, Barbès, un sitio que invita al desplazamiento mientras los destellos de los bares se funden y todo desaparece y el sueño florece como lo único real tras el velo de la cortina de humo de nuestro bar preferido y siempre,  alacranes las uñas de los más miserables y les ofreces un poco de viento y sol, una botella de humo y un tiro de verano, y te quitas las uñas y se las das a ellos, tus uñas que chispean con el resplandor del cometa de invierno que estamos gritándole a esa mujer que canta con aliento porque en el pasillo de los rencores no vemos a nadie. Se han ido al sol descapotable.

Escríbeme te digo, y te agachas y pones la oreja contra el suelo, mientras el charco se acerca a ti, y se aleja, el ruido, tintinea nuestra canción preferida mientras los músicos ya cabecean, y nos dan arañazos de viento, y nos fundimos en nada por ellos, les auscultamos ¿pero les dimos algo en la costumbre fría de nuestros días de cuenco y plátano?

Cuando era suelo. Empiezas a recordar el juego, la tarta, el as de  póquer el tu cosquilleo, porque lo vuelcas y lo vuelves todo del revés y entonces amanece de noche y anochece en la mañana, de llorar descansan las arterias, y nos lanzamos rodando por el valle solitario del mar que desemboca en el río del más del lado de acá, caminando, a veces,  nadando, a veces, es estación el sitio.

Por costumbre, que es la rutina, preguntamos, un vaso de cobre, un vaso de leche, el piano, el cráneo de las palmeras, mientras esbozo una sonrisa al amanecer mientras espero a perderte de nuevo para buscarte en los años, peinarte, veleta, ¿hallaste el léxico de los tirabuzones?

Y yo todo es para buscarte en la distancia, tu ombligo, pasan farolas, pasan las noches y estoy embarazado por la irradiación del mar polar, por las suertes y para que salte fugaz la estrella, misterioso signo en el criterio de la ciencia del cuerpo profundo, en la magia del trigo, en el azulito verde de tus ojos del contigo.

Y vuelcan caderas y ruedo en las cantinas y las rondas empiezo viviendo, cazo, acorralo, intento, pero no, las calles del período y la jerga del mar, el pupilaje de las manos de tus pestañas salientes y sigue sonando la melodía en la habitación 115, niña querida, niñas loquita, bebes cachaça, niñas flamenca, topografía, futuro, habitación de la vida en silencio como un tu tu-tu-tu próximo, un pío pío pelas, el perderte en la inocencia buscas, cachaça, trero, pasos, giros, no te alejes, no nos vayamos, por sonidos, famas, despejada, de alado, concha de la ambulancia, amuleto del sitio, asomas del balconcillo, la habitación 115 aromas, las palabras te despiertan porque tú no hablas más que en sueños, y allí el sentirte en eso es diferente de lo que yo creía verso, el susurro de las ollas cuencos, el nacimiento de las sábanas abriéndose en ti en silencio y en la ciencia, desquite, el desquite de una humana fábula, la novela hecha aquí espejo hecho girón, gira-luna y arbitrio, cospedal, achirimiya, lluvia, se empañan los cristales de los crisantemos, dulce de leche, tirititritrero.

Edito

Número 7 / Diciembre 2009

Delirios.

Pensées

Ser otro enhechizado. Cojear
de fuera no de dentro. Como Lázaro
dormido. Ser un ancla. Imaginar
no. Tenerte enlazada con el brazo.
Sostenerte. Bailar. Sentir la brisa
dentro, no fuera. Conjugar. Ser mía
tú sin ser yo. Crecer hasta sentirme
ajeno. No verbar. Dolor: Despierto.
Pena: Despierto. Incluso en tanto sueño:
Lázaro. Incluso en desamor: asirte. 
*
Quisiera nunca más comer. Si acaso
hojas, si acaso viento y piedras. Quiero
dejarme de los extras, el abrazo,
las cosas de los hombres. Ser acero
en la sangre, ser fuego con los ojos
siempre abiertos; con todos los cerrojos
quebrados bajo pies de empeines altos.
Quiero tatuarme las axilas, ser
un árbol con la sangre blanca y ver
que mis ramas son gracia y dar de saltos.
*
Permíteme, querida, que no quiera
ser humano; pues para ser honesto
contigo, ser humano es larga espera,
falta de amor y grima. Si me acuesto
contigo por la noche, siempre espero
amanecer tornados—con entero
resplandor—armadillos, patos, antes;
antiguos, de armazón, rinocerontes. 
Por favor, no te alarmes, sólo ponte
en mis zapatos, piensa: “fue un gigante.”
*
La fe mueve montañas, no las trepa.
No existe amor sin sufrimientos vivos.
El mundo es propiedad de los atletas,
los esforzados, los constantes niños
que insisten todo el tiempo, buscan y hallan.
Quienes perduran ya jamás descansan.
Y un simple resbalón te quita todo.
El reto es despertarse sin descanso;
mirarse siempre; convertirse en gato:
ágil, flexible, múltiple y tramposo.

Poeta nacido en 1974. Ha sido profesor de literatura europea en la Universidad Iberoamericana en  Ciudad de México. Es también guionista de cine y TV. Su poemario "Si resistimos" ganó un accésit del Premio Adonáis 2008.

Bar H

Cuatro y pico de la mañana. No consigo dormir. Esta noche me tomé el café más caro de mi vida. Veinte euros en el hotel Ritz, de la place Vendome. Para colmo he vomitado la copiosa cena que tomé en la Closerie des Lilas, justo antes de ir al Ritz. Julia Kristeva va mucho por allí, digamos que es un sitio de intelectuales ricos y algunos actores y músicos. Me pregunto qué me pudo sentar mal. No estoy acostumbrado a beber vino en todo caso.
             Mi tía me estuvo diciendo que hago los mismos gestos, y tengo las mismas gafas, que Peter Sellers.
             Yo no sé si es el yoga, pero realmente consigo parar el pensamiento. Estaba allí, en medio del lujo, y me parecía como si hubiese vivido toda mi vida entre algodones.
Incluso me pude permitir estar pensativo.
             Cuanto más tarda el reconocimiento más se prepara uno. Nadie es profeta en su tierra. Me había planchado la camisa yo mismo. Me había cosido solo el botón del pantalón. Y entraba en esos templos de la fama con una gran sonrisa.
             Bartrihari, el poeta indostánico, dice de Lakshmi, la diosa de la riqueza, que es voluble como una prostituta, en el sentido de que no es fiel. Pero se puede hacer la otra lectura, algo transversal, de que esa diosa, nacida de un océano de leche, está al alcance de todos, con tal de pagarle la sesión.
             Desde que voy a psicoanalizarme tengo una simpatía creciente por las prostitutas, con su dignidad remendada, y sus mentiras piadosas, porque tienen, al igual que la diosa indostánica, mucho de terapeutas.
             El encuentro, pues, con la riqueza extrema, funciona como purificación, como purgativo, y es como el breve favor de una rubia venal. El arte se convierte en acción de gracias. Infinitas gracias. Desde la infancia los dibujos que querían gustar, que buscaban confortar....

             Feliz Navidad a todos. No, no voy a mirar las señoritas de la pornografía para descongestionarme. Antes tengo cuatro palabras que decir. Aunque me amanezca. Hay que aprovechar todos los foros de expresión. No sé por qué, a mí sólo se animan a publicarme cuando escribo decididamente panfletario. Probablemente me utilizan, para servir no sé muy bien a qué intereses obstusos. Toda bohemia cumple una función análoga a la del terrorismo, perennizar el estado policial.

             ¿Sabes que sirven el agua del grifo con rodajas de pepino ? Frescor amargo. Todo un planteamiento de la mujer. He pensado mucho en ti. Con esa forma intempestiva de imponer algo de melancolía, pero formal. Sin caerse de la silla.

             Realmente, si no miro las señoritas de la pornografía no es porque la literatura o el Bar H me parezcan importantes. Han intentado entrar en mi casa, por la ventana, y se me cortó totalmente la libido. Me di cuenta porque se les cayó la escalera estrepitosamente. Y Berthe y yo estábamos culeando con fuerza cuando el ruido nos paró en seco. Ahora ella duerme. Por cierto que también en el Albaycín ponen a veces el gazpacho a precio de hotel. Es que ustedes no dijeron que lo quisieran en vaso. Sin derecho a tapilla. En la mesa de la derecha un ajedrecista solitario se parte de risa. No se enteran. Y en la segunda por la izquierda están dos señorones de derecha que aconsejaron un trato duro pero firme.

             En cuanto a San Juan de Dios, que es un modelo de represión, yo no firmé para entrar. El hermano Fermín me cogió la mano y trazó él mismo un garabato. Qué se habrá creído éste. Quiere leer.

             Sí, haciendo piruetas en el Ritz. Y planteándome las inusitadas e interesantes interrogantes de la etiqueta. Tanto la pobreza extrema como la extrema riqueza me interesan. Las dos atacan frontalmente a la clase media. Sus certidumbres, sus pesadas garantías. Cómo lo social se convierte en Dios.

             No hay que dejar salir mucho esperma. La impresión es demasiado familiar. ¿Te das cuenta de cómo las otras visiones de París suenan a hueco ?

                Lo ideal son tres folios, para magnetizar bien. Luna Nueva. El jardinero se cuelga en mitad de su lugar de trabajo, en su Arcadia Feliz. Es otro planeta, mundos que no se tocan. Pero si te tocan te atraviesan. Mi deseo principal, por ejemplo, es hablar de pintura. Hoy he realizado dos pequeñas acuarelas. Aparentemente débiles. En todo caso reminiscentes. Esa debilidad o ese vacío que dejan entrar en modo cansado, en modo enfermo, los vigores o plenitudes del pasado. Me encuentro muy cerca, en mi torpor, en mi apatía, del estado de quietud del alma que tanto encomiaba Miguel de Molinos. Puedo comprender que es la calma después de la tempestad. O la paz tras la oscuridad de Dios, tras las sequedades del alma.
                Berthe me anima a que escriba acerca de mis tintas chinas. Lo que hubiese que decir temo que fuese servido, delante de las imágenes, en la envoltura mínima de un telegrama. Lo mejor es hablar con alguien, ante la imagen. Sin la identidad de un público, la temática de mis tintas chinas permanece no identificada. Alarmante como los Objetos Volantes No Identificados.
                Siguiendo el camino del dossier que Berthe ha preparado, encuentro en primer lugar los trabajos a lápiz de color. Y el primero que aparece es mi « autorretrato como gato travesti ». Ciertamente caminé, mientras lo pintaba, sobre los altos tacones de unos zapatos de mujer. Tenía un espejo de cuerpo entero y otro a ras de suelo solamente para los zapatos. En la omnipotencia de poder convertirme en mujer, de suplantar, como Mercurio con Sosias, la identidad de la mujer, había sin duda algo de la omnipotencia de la Ciencia. Se me aparece en ese sentido el doblete de color azul y rojo, alrededor de mis vaqueros blancos, comprados en una boutique de la calle Zapatín, como una reminiscencia de las láminas en que se muestra la circulación de la sangre, venas en azul y arterias en rojo. El tema del poder, como fuerza productiva, vuelve en el seno de mujer que lanza chorros de leche.
                ¿Qué significa el disfraz de gato ? Las orejas y cola de gato abundan en la idea de travestismo, por ser un travestismo a su vez, de lo femenino. La mujer se quiere felina, en la parada nupcial. En una boda conmigo mismo, es decir, con el Hombre, a través de la imagen, es necesario que ambos, yo y mi imagen, seamos felinos.
                La camisa con rayas italiana es mi camisa favorita, comprada junto a los vaqueros blancos. La llevé puesta en Miami, Washington y Atlanta.

                El culto fetichista de la orina, sobre el que volveré a hablar, está sublimado nuevamente en el Retrato de la madre de San Agustín. Se trata de una puesta en escena bastante libre del fantasma ya tratado en mis dos primeras novelas. De forma concreta, una frase de Pleroma a propósito de la orina está inscrita al pie de las dos figuras. El ambiente filosófico o gnóstico de la novela está sugerido por sinergia con lo que pudiese poner en escena las Tentaciones de San Antonio de Flaubert : la gran ciudad, babélica, sea por sus rascacielos o por una fachada inspirada de las ruinas de Petra. Las alas angélicas como de águila sugieren que la de la mujer con su amante es una relación con el espíritu. Se trabaja sobre el anhelo de espíritu en el alma. La madre de San Agustín es el alma o sabiduría inmiscuida en el universo de materia. El padre de esa cópula estéril, por desviada, viene a sacarla del universo, es el espíritu creador que recoge en sus manos la orina o materia del pensamiento. En cuanto al título « Madre de San Agustín », viene dado por el nombre, Mónica, de una de las diversas pisseuses de la novela.

                Estoy bastante contento con ese cuadro a lápiz de color. Hay referencias sutiles al libro hebreo de Henoch en la forma en que está dibujado el maquillaje y la ropa interior. A mi manera, calipigia, ella es también una pink lady como las de Tadanori Yokoo. Me gustan también los montes esbozados, que me hacen pensar en Pierre Klossowski. El cielo con sus nubes retorcidas es un homenaje involuntario a Giorgio de Chirico. De la misma manera que la silla, sugiriendo que el exterior es en realidad un interior, pudiera hacer pensar en la pintura metafísica de este último. El conjunto es propio, de alguna manera, a los años treinta, por su peculiar visibilidad.

                Me es dificil desligar « La Samaritana » de la aproximación que hizo Michel Tardieu en el Collège de France a la polémica a tres entre judaísmo ortodoxo, samaritanismo y paganismo platónico en tiempos de Juliano. No obstante el cuadro es anterior al curso de Tardieu. Nace de un pequeño dibujo a pluma. Me interesaba por ser uno de los episodios del evangelio en el que Cristo tiene una relación particular con una mujer. Como en el precedente cuadro, fueron necesarias al menos dos sesiones de pose. La carnalidad es interesante y el rostro y peinado de una y otro es lugar para el refinamiento. Hacer hasta las pestañas. De todos los lápices de color, yo diría que es éste mi preferido.


                Evidentemente todo esto viene a ser un autoanálisis fragmentario, más que un discurso sobre la pintura, o siquiera un discurrir acerca de mis temáticas. Intentaré ser más objetivo con el tercer lápiz de color : « Amazona ».
                Hay una calidad de catacumba que viene dada por la idealización o estilización en modo popular del cuerpo de mi modelo. El aspecto bárbaro de la irrupción del cristianismo en Occidente. Por eso lo considero catacumbal. También puede ser semita o arabizante. En todo caso, por lo que toca a su manera de haberse hecho, esculpiendo con el lápiz de color, adoptando una posición fetichista, tiene lugar, por la renuncia al saber hacer del artista clásico, la misma inversión de roles que predican Sacher Masoch y las feministas radicales. La forma ha entrado en total sintonía con la idea de representar una amazona. Aunque la tendencia a hacer mujeres anchas de hombros es algo que vuelve en mi trabajo. El personaje masculino, durante este proceso, se ve transformado en árbol, nueva inversión de papeles respecto a la fábula de Dafne. En el colmo de su metamorfosis, eyacula, como en ese goce vegetal propio al papel o al texto.

                Sospecho que existe un vínculo con la tradición cristiana, en esta Amazona. El personaje masculino pretendía ser Baudelaire. En la línea de las preocupaciones religiosas, heterodoxas a priori, de Baudelaire habría seguramente algo que decir acerca de Eva, como doble del varón y como dimensión divina del sexo de la mujer. Además, mi modelo también lleva ese nombre. O sea, si el hombre es una imagen de Dios, la mujer en el Génesis es a su vez definida como una imagen del Hombre. Por oposición a la vampiresa, Lilith, que es en tanto ángel caído imagen de Dios. Una mujer andrógina, con una pizca de virilidad, como la mujer de los años veinte o las amazonas puede hacer compañía al Hombre Primordial, sin ponerlo ante el abismo maléfico de un incesto con su Creador.

                Prosigo el ordenamiento de mi dossier. « Pareja en sillón azul ». Con este autorretrato de pareja alcanzo una tensión interesante. Surrealismo, por lo que toca a la invención o diseño de un sillón inexistente. Nuevamente fetichismo en el primor o ingenuidad con que son laboriosamente trabajados el busto y el rostro. La fantasía de estar desnudo frente al público. La divinización de Berthe a través de una imagen que se reconforta a sí misma, cruzando las piernas. Mismo aspecto, sepulcral, que los dos anteriores. La imagen como gemelo místico de lo real, como garante de la identidad del cuerpo en el instante. El cuadro cobra sentido en su exposición física ante el público.

             Como el crecimiento de órganos respiratorios, o sexuales, en el reino vegetal, el cuerpo humano en esos dibujos sigue una fortuna de la felicidad en aumento en cada extremidad definida. De esa manera, los pies pueden calzar un zapato tipo, femenino, del neutro color del papel, munido de tacón, en sintonía con el astrágalo del tobillo.


* Manuel es pintor y escritor granadino residente en París (Francia). Puedes descargar gratuitamente su novela Pleroma aquí.

La historia sigue

Jabrellas se hospedaba en una pensión de la calle Maza. Vestíbulo, cocina, baño, retrete, corredores, diez habitaciones, algunas pequeñas, una de las cuales, en el tercer patio, él arrendaba. En ese último patio, en “la piecita del fondo”, que en realidad no era más que un sucucho –al lado de “la carbonera”, habitáculo donde no se guardaba carbón, sino trastos -, vivía Blanca, una copera a la que el hijo de la encargada, ciclotímico de ocho años, le alcanzaba el desayuno pasadas las dos de la tarde. En ese patio áspero había canteros, menta, hormigas y caracoles. “La piecita” no tenía ventana, pero sí la de Jabrellas, seborreico cuarentón tirando a gordo, empleado del subte, línea “A”. Calvo, con cara de luna abollada y el nacimiento de la barba muy marcado. Servicial, cuando no dormía sus once horas sagradas. Jabrellas, anticipado del estereo, en su día de franco nos inundaba de música clásica y Dajos Bela. La encargada solía encarecerle que le cambiara los cueritos de las canillas. La pareja de la pieza frente a la cocina, que les pasara alguno de sus tres discos, todos boleros, ya que ellos no disponían  de combinado. Los paraguayos, otros pensionistas, que les saliera de testigo en un trámite ante un ministerio. Los de la habitación enorme que separaba los dos primeros patios, lo reclamaron un domingo para jugar al truco. Las mellizas y el padre de las mellizas lo solicitaron por asuntos de electricidad. Otra vez, él se ofreció para entablillarle provisoriamente una pata a Mini, la quisquillosa perrita negra de Norma, la sufrida hija de la catamarqueña. También ayudó Jabrellas a correr muebles, a baldear, a podar la parra. En las paredes de su cuarto exponía fotografías enmarcadas de mujeres desnudas (pubis, aparte). Lindas fotografías: artísticas. Como del Playboy de los años cincuenta. En su ropero, dentro de sobres marrones, había muchas otras fotos con motivos similares. Cuando su madre y sus hermanas caían a visitarlo desde Baradero, los cuadritos eran raudamente desaparecidos, y a un par de clavos en sendas paredes les colocaba un almanaque y un dibujo. Sólo con prostitutas mantenía escaramuzas eróticas a las que por períodos de no más de noventa minutos cada quince o veinte días Jabrellas se entregaba. Le gustaba pagarles y jamás pichuleaba. Parecía conforme con su régimen de veintidós, veintitrés o veinticuatro encamadas anuales. Del bello sexo comentó en cierta expansiva oportunidad, que observando a unas adolescentes en Gath y Chaves se le había ocurrido la siguiente frase: “Todas las jovencitas son jóvenes”. Rasgo de sutil ingenio y perspicacia. Jabrellas tendía a sonreír, a mostrarse correcto y mesurado. Los de la sala, el cabo de la policía y su concubina, no lo saludaban. Abonaba el alquiler con puntualidad, usaba trajes, cepillaba con bríos su dentadura. En Baradero, ni mientras cursaba el secundario ni cuando trabajó en la forrajera tuvo novia o filo. Y tampoco en la gran ciudad. Hasta que Blanca, su vecina de patio y jardincito, se lo encuentra detrás de una ventanilla de la estación Loria, y se conmueve, se fija en él, y algo conversan. El caso es que Jabrellas, así, desprevenido, se sorprende el diecinueve de diciembre de mil novecientos cincuenta y ocho, invitándola a Blanca a tomar café en un bar por Congreso, una hora después.

La historia sigue con que ahora están los dos en la pieza frente a la cocina, son viejos, las fotos las vendió Blanca hace más de dos décadas al dueño de un boliche en Lanús, Jabrellas es jubilado, en “la piecita del fondo” Blanca pinta vírgenes de plástico, con lo que les alcanza para abonar el alquiler, tan módico, de la vivienda en la que, con las otras habitaciones clausuradas, son sus únicos ocupantes.


* Nació el 14 de abril de 1945 en Buenos Aires. Libros publicados (entre 1988 y 2009): Obras completas en verso hasta acá, De mi mayor estigma (si mal no me equivoco), Trompifai, Fundido encadenado, Picado contrapicado, Tomavistas, Propaga, Ardua, Pictórica, Desecho e izquierdo, Sopita, Leo y escribo, Del franelero popular, Ripio, Corona de calor (poesía); Las piezas de un teatro (dramaturgia); Historietas del amor, Muestra en prosa (cuentos y relatos); El Revagliastés (antología poética personal), Revagliatti – Antología Poética (con selección y prólogo de Eduardo Dalter). Casi todos cuentan con ediciones electrónicas disponibles gratuitamente en  bibliotecas digitales.

Film

Los tres negros, lentes oscuros y dientes de oro, entran al restaurante chino cantando gospel. Cuando todos los comensales los miran, muestran sus revólveres y dicen las palabras mágicas: éste es un asalto, que nadie se mueva. Entonces, cuatro mafiosos rusos que comían tranquilamente sus sopas de cebolla, sacan las metralletas de sus estuches y encañonan a los negros. En la cocina, el chef busca la granada que tiene escondida en una de las alacenas. Afuera se oyen gritos, órdenes bruscas, el ejército alemán hace sus últimas maniobras: los toscos tanques entran como orugas por las principales arterias provocando el caos y el horror en las multitudes. De las tumbas de los cementerios cercanos y lejanos, comienzan a brotar zombis enloquecidos; huelen mal y no descansarán hasta comerse la última partícula de carne de la última vértebra del último esqueleto humano. De pronto los cielos se oscurecen: decenas de miles de platillos voladores han llegado a la Tierra; sus tripulantes, pegajosos y azules, mueven sus tentáculos y preparan sus sofisticadas armas de rayos láser para la guerra de conquista. En su hipogeo secreto, el lóbrego sacerdote lee en voz alta un libro de conjuros: Yog-Sothoth y Cthulhu despiertan de su letargo de eones y se filtran lentamente desde otro plano dimensional… Arriba, en su sala de controles, Dios se pone un guante blanco, abre una puertita transparente y se dispone a apretar, de una vez por todas, el botón rojo que destruirá para siempre este mundo tan aburrido.


* Es egresado de la Escuela de Escritores de la SOGEM. Ha sido becario del FONCA y del Instituto Quintanarroense de Cultura. Ha ganado diversos premios literarios, entre ellos el Premio Nacional de Poesía “Sor Juana Inés de la Cruz”, y el Premio Nacional de Cuento “Salvador Gallardo Dávalos”. Imparte cursos de literatura fantástica, horror y ciencia ficción desde 1993. Es director del consejo editorial de la revista La Mandrágora. Es asesor del Instituto Mexicano de Psicología Profunda. Actualmente coordina el Diplomado de Literatura Fantástica y Ciencia Ficción en la Universidad del Claustro de Sor Juana, y el Laboratorio de Cuento Fantástico en la Casa de Cultura “Jaime Sabines”. Entre sus publicaciones se encuentran Ciudad de telarañas, Lucas muere, Torniquete de avestruces y Lady Clic.

Laberintos

Laberinto no. 12 
                                                                                                        Todo era una mar de lodo
 y su nombre era Caos
 que significa confusión.
                                                                                                                   Mitología griega

Casualidad oportuna
    el hombre
el que pudo ser mi hombre
sale de la casa del pasado
          que no es pasado

Ahí estoy
justo frente a él y ella
    absorta
con las neuronas colapsadas
¡Mis sueños ¡
mis sueños  se pintan
con el color moreno de tu traición
El dolo en tu voz
La burla en su mirada

Alejandra
estúpida mujercita de cabello rojo
soy el centro del circo negro
más cruento que el romano


Laberinto no. 30




(atemporal)
Nunca sabes que hora es
siempre atrasado al tiempo
demoras respuestas
adelantas juicios
El tiempo es un concepto abstracto
tanto como el amor
no es absoluto es transgresivo
Igual que tú y que yo

Laberinto no. 18


El tiempo
    callado
Acento
   extraño
Aliento
   penetra emociones
Inquieto
   tacto de viento
Moreno
   perfecto eclipsa
      mi vientre lácteo

Laberinto no. 19
(del amor o del masoquismo)


La mariposa filosófica
se posa en la estrella rosa
y aparece una ventana del infierno
                                                                                                                         André Bretón

Blanca o jaspeada
en tierras lejanas
  quizá nórdicas o mediterráneas
desplegaste tus alas
Aquí
pequeña ciudad
               tercermundista
muda y en ruinas
tu faz cambia
tu nombre no es el mismo
tu aliento no aviva sueños apagados
¿Para qué aleteaste mariposa?
¿Para qué despertaste
de tu sueño de crisálida?
Con los ojos en llamas
y las manos atadas
      a unos pétalos secos
en medio de mis palabras
Ahora soy
la prometida del caos
enredada
entre sus puños sangrantes
aguardo indulgencia.

Poeta mexicana, estudió Letras Españolas y se diplomó en Creación y Apreciación Literaria. En 2003 ganó el premio nacional de poesía otorgado por el Instituto Mexicano de la Juventud con su primer poemario “Palabras Fértiles” publicado por el Instituto Hidalguense del la Juventud. Su segundo poemario “Puntos Cardinales” fue publicado por la editorial Todas las Voces. Recientemente vio la luz “ Universos Diversos” antología donde se recogen poemas de autores de diversas nacionalidades de habla hispana, publicado por la casa editorial española Al Aire. Actualmente trabaja en la traducción de su poesía a la lengua italiana.

La Supremacía de la distancia o Cómo afirmar la propia idea de muerte para ejecutar al mundo

Ella caminaba a través de la lluvia con pasos forzados, como si ese compromiso con el viento fuera el único capaz de anular sus huellas. Tocó a tientas su bolso, consideró cambiar su mano y sostener con la presente su nuca, que la obligaba a contener lo que parecía ser su miedo. Desesperó con el mismo ímpetu, hasta que entró en aquel pasaje.

A través de las luces bajas, aquellas primeras miradas la encontraron soberbia. Buscó una vez más entre su bolso. La letra era impasible. Recordó sus antiguos accesos infantiles, donde sus propios ojos revelaban el mundo, como nunca sería revelado por nadie; quizás lo había acostumbrado a esto. Una gota empapó su ropa. Su vestido ahora poseía una mancha roja, que no tardaría en evolucionar.

Entonces vio el balcón. Su boca gemía la belleza de una niña repleta y asustada, el labio superior sobresalido, desenlace imposible de una infancia que no admite disolución, gesto temible para el mundo, tan poco acostumbrado a los privilegios. Su memoria también callaba en la magnitud de aquel silencio. Sostenía aquél papel, ahogándolo con el puño, como si respirara. Continuaba agitándose, junto a las gotas, que ahora tramaban su camino por las piernas; ella misma era el espasmo.

-Si te digo no importa tu retorno, ¿sabés quién soy? -. Comenzó a pujar, a sobrevivir la penumbra- Te quiero ciega.

Empujó, y notó que la puerta estaba abierta. Pudo verlo, a lo lejos, en la habitación contigua. Se miraron sin sospechas, con la misma penitencia con la que se vuelve al hogar. Ella se subió un poco el vestido.
Notó como aquella mirada se hacía posible.

-El verdadero suplicio es seguir el rastro de la sangre –dijo. Ahora sus ojos santificaban el fluido por las piernas. El charco penetró en su alma, y se hizo uno con el suelo; este, a su vez, se hizo uno con la tierra.

Un gesto leve de la cabeza, ya cotidiana, ya desplomada por la no-ausencia, la hizo comprender. Y ella comenzó a hacer pis como cuando niña, al comienzo con esfuerzo, pero luego con necesidad. Ahora no podía verlo. Su figura había fracasado. Si te digo no importa tu retorno, ¿creés lo contrario? Ella asintió
con una convulsión. Sus manos comenzaron a recorrer la contracción de sus caderas con todo el desprecio que puede sentirse cuando alguien se torna real.

Existe siempre le necesidad de que desaparezcas. No es una provocación, sino un instinto de vida.

Cuando despertó, en lo primero que creyó fue en el frío. Quiso hablar y no pudo. Quiso moverse, pero se sabía sola. Intentó abrir los ojos, pero éstos agonizaban, sellados. Despegó sus pupilas con insistencia y, a través de los rayos -que reflejaban quizás también el día-, observó su cuerpo de costado.

Pudo comprobar como los huesos habían perforado su piel, permitiendo que la herida sea visible. Perpetuó su muerte en ese gesto. Como si el mundo fuera de otros. Como si todos los que viven estuvieran vivos, realmente.


* Poeta argentina nacida en Buenos Aires en 1979.Parte de su obra literaria se publicó en la antología "Cadáver en mano (Visceralia Ediciones, Santiago de Chile, 2006). Su texto “V” ha sido seleccionado para participar en la obra “Verso a verso” (Editorial Dunken, Buenos Aires, 2008).Colabora en diversas publicaciones literarias, como “Los Digitales” de “Puertas Abiertas”.

Nobuyoshi Araki: ¿Sushi, sexo y rock ‘n roll?

Las páginas del libro se revelan al lector como una flor abriéndose antes la abeja golosa. Aparecen mujeres expuestas, preparadas, tocándose. Vemos jóvenes estudiantes japonesas amarradas en posiciones S/M, que nos contemplan con rostros de sufrimiento y placer. Pasamos la página: una serie de prostitutas asiáticas desfilan bajo nuestros ojos.

Entre Occidente y Oriente, pocos exhiben la brecha cultural que nos separa de los japoneses como el fotógrafo Nobuyoshi Araki. Ese Japón que nos venden como un compendio de clichés, como una isla pacífica, de meditación descalza y sushi en las tres comidas al día. Ese código de honor tan admirado como incomprendido por los europeos y los norteamericanos, que llevó a los soldados nipones de Iwo Jima a suicidarse ante la derrota. Mientras seguimos el vuelo de un kamikaze a punto de estrellarse contra un barco enemigo en Youtube, sólo aparecen reflexiones sobre la locura asiática en nuestras mentes.

Si existe alguien capaz de levantar el espejo de la diferencia ante nuestros rostros, capaz de mostrarnos que el ser humano el un animal cultural y social, es el fotógrafo Nobuyoshi Araki. Los occidentales tenemos la odiosa tendencia a creer que defendemos valores universales, de libertad y democracia, que hacen que nuestras sociedades sean las más “avanzadas” en aspectos como la igualdad de la mujer o la división del trabajo en nuestras ciudades. Es allí donde Araki golpea con más fuerza, mostrando un Japón donde la mujer hace gozar al hombre a través del sufrimiento, donde casarse equivale a quedarse en el hogar y criar a la familia mientras el hombre trabaja. Araki abre los ojos del espectador a ese Japón oculto, de obsesiones hentai y lolitas escolares recubiertas de inocencia. Su arte se vuelve chocante para aquellos que equiparan el desarrollo y el avance con la libertad sexual concebida de una sola manera, de manera occidental, que es lo que el antropólogo etnocéntrico suele hacer. Según esta ecuación, muchos países árabes carecen de desarrollo porque arropan a sus mujeres y las esconden tras velos y burkas. ¿Cómo entender entonces el Japón de Araki? Un país capaz de producir las innovaciones más importantes a nivel tecnológico, atrapado en conductas sexuales retrógradas dignas de tribus africanas. Araki choca, Araki mueve al público al colocarlo cara a cara con un país desconocido e incomprensible.

Sucede que la vida de Araki se erige como un puente entre dos mundos: Nacimiento en un barrio pobre, vida humilde, primera máquina de fotos regalada por su padre a los doce años. Estudios en una prestigiosa Universidad (Chiba), trabajo en una de las agencias de publicidad más grandes del mundo (Dentsu), premios fotográficos (Taiyo, en 1964). El perfil típico del sueño norteamericano. El joven prometedor que te encantaría presentarle a tu hija.

Luego, aparece el verdadero Araki, el Araki pasado de Wasabi: Su matrimonio se publica como foto-diario íntimo en una colección llamada “Viaje sentimental”, que revela su vida privada. Será el principio de la saga Araki, de las mujeres desnudas, de las fotos preparadas sin espontaneidad. Sus temas predilectos: Tokio, el sexo y la muerte. Empieza el desfile de sexos femeninos y flores, metáfora no-muy-rebuscada para la mujer.

Su fama internacional estalla a la par de sus fotos autobiográficas de ficción: Araki crea un mundo propio basándose en su vida real, eliminando los márgenes entre lo deseado y lo vivido. Inspirará a otros: La francesa Sophie Calle, mucho más pacata y recatada, hará lo propio al construir su obra alrededor de su vida personal.

¿Cuál es el dilema en torno al trabajo fotográfico de Araki? ¿Fotógrafo o pornógrafo? ¿Artista o provocador? ¿Misógino? ¿Por qué no racista, ya que estamos? Araki representa, a nuestros ojos, la gran diferencia entre Occidente y Oriente. Un Occidente obsedido por trazar límites, por vigilar y castigar, por establecer categorías inamovibles con las cuales entender el mundo. Esa sociedad pacata y burguesa de “Historia de la sexualidad”, de Michel Foucault, que practica hipócritamente las conductas que condena en público.

El fotógrafo intenta derrumbar barreras, borrar límites y correr fronteras. Los occidentales no entendemos lo que no clasificamos, y ante un desnudo femenino amarrado a una silla, no podemos sino esperar a que alguien nos diga que condenemos el horror pornográfico. Nuestras artes, asépticas, de new age, de relajación y desaparición del sufrimiento, se estrellan directamente contra el muro de artistas como Araki, capaces de recordarnos que la vida tiene parte de frustración, angustia y dolor, sin los cuales todo arte se reduce a un cuadro blanco carente de sensaciones (como el trabajo de Piet Mondrian, por ejemplo). De esa manera, el fotógrafo subraya el carácter social de la sexualidad, donde una foto “agresiva” para un norteamericano puede ser erótica para un japonés, donde un seno descubierto en el Superbowl puede crear una tragedia nacional en los Estados Unidos mientras en una playa de la Costa Brava apenas llamará la atención de los bañistas.

El trabajo de Nobuyoshi Araki, más que ser el trabajo de un fotógrafo japonés, representa la visión de un artista contemporáneo de vanguardia. En vez de aceptar y conformarse con los límites que le ofrece la sociedad a un artista reconocido como Araki, el nipón se rebelará y seguirá trazando su propio camino. Cuando la sociedad acepta la vida de los músicos pop, imbuidos en el sexo con groupies y el consumo de drogas, Araki publica Love Hotel, el relato de cómo el fotógrafo aborda chicas en los barrios populares de Tokio, las convence de posar provocadoramente para él y las seduce en un hotel. Estalla la indignación: Que un músico tenga orgías con fanáticas es aceptado, que Araki nos muestre lo que pasa por la cabeza de una chica normal para posar en sus fotos y tener relaciones con él, es obsceno. Nadie recrimina a la pasa ambulante de Mick Jagger cuando se casa con supermodelos brasileras o a Hugo Heffner cuando se muestra con cuatro novias a la vez. Pero basta que alguien fuera del sistema de las estrellas, más allá de los límites de la cultura popular, proponga un trabajo novedoso de fotografía para que la gente se indigne. Araki no se deja clasificar, huye y se escurre de las etiquetas dizque “artísticas” para mantener su libertad creativa, que es, a fin de cuentas, lo único importante en el arte. Mientras los U.S.A. crean un estereotipo de payaso gigoló para sus decadentes artistas pop, el japonés destruye la etiqueta al invadir sus fronteras.

Tal vez sea esa la característica principal del trabajo de Araki: Luchar contra el conformismo y la complacencia social. En un mundo donde la mayoría sólo quiere crear su nicho de poder, su puesto en la música, la pintura o la literatura para beneficiarse de los privilegios de la profesión, para engordar y volverse un pilar respetado de la sociedad, Araki huye del “tipo ideal” artístico, cuidando con celo la posibilidad de hacer lo que le dé la gana. ¿No es ese el fin del arte? ¿Qué clase de artista se encierra en posiciones y conductas prefabricadas y designadas socialmente, haciéndole el juego al sistema por unas simples migajas de confort y seudo respeto? El japonés frustra, molesta y le rompe los cojones a todo el mundo al dejar en ridículo a los arlequines sociales que nos venden como artistas.

En la actualidad, el artista sigue su ruta no-conformista. Araki, con 68 años de edad, ha emprendido un camino mucho más radical desde la muerte de su esposa. Aparecen ahora prostitutas, jóvenes japonesas y escenas explícitamente sexuales que han contribuido al culto de su persona. Alabado por su innovación en el mundo entero, artistas como Björk han sido sus modelos (Björk con ropa, ojo) y recientemente, el documental Arakimentari vino a coronar su carrera fotográfica.

Para los amantes del arte contemporáneo, Nobuyoshi Araki no puede dejar de pasar desapercibido. Es altamente recomendable el libro “Araki”, editado por la Taschen, en el 2007. A leer con un vaso de sake entre las manos…

* Vicente es autor de la novela Caracas cruzada, disponible en la red de librerías Sur de Caracas, Venezuela. Su última novela, Historias de un arrabal parisino fue publicada por Ediciones Idea y se consigue en las librerías de Tenerife, España. Blog.

Yugo (fragmento)

Te prometo que me pasaría la vida probándome tus vestidos, tus leggins, tus bragas y tus sujetadores. Cuando sacas toda tu ropa del armario la habitación empieza a oler a sexo de manera descontrolada, y no puedo más que tirarme en la cama y mirar cómo posas delante del espejo. “Que suenen las gaitas y las trompetas del infierno” Llueven ocelos de pavo real. Me has vuelto loco y sé que tienes tantas ganas de follar como yo, porque cuando sacas toda la ropa del armario no hay nada mejor que follar encima de ella. En realidad tú me absorbes tu ser y yo te absorbo el mío.
¿Te acuerdas de Martin Sheen y Sissy Spacek bailando delante de los faros del Cadillac Coupe DeVille? Estaban a punto de llegar a la frontera con Méjico. Pero las historias verdaderas nunca acaban con un final feliz, no es tan fácil dar la espalda a la muerte. La primera vez que dimos la espalda a la muerte nos clavó la hoz en el cráneo y nos cortó el cerebro en dos mitades. Es así.
Nosotros somos inofensivos. Christian Slater y Patricia Arquette preferían follar en una cabina de teléfonos a plena luz del día en True Romance. Ellos no eran los primeros, pero lo hacían francamente bien. Daniel González y Amaia Bidasolo follaban en un campo de trigo en La pistola de mi hermano, aunque en vez de un Cadillac tenían un Mercedes. Luego venía Viggo Mortensen y se los llevaba a su casa en el monte, y mientras Amaia hablaba con Christina Rosenvinge , Viggo preparaba el filete de ternera más extraño que he visto en una pantalla. Tenía una pinta horrible, pero era de lo más atractivo.

* Nació en 1984 en Tarragona. Actualmente trabaja y reside en Oviedo. Licenciado en Bellas Artes en la UPV de Bilbao. Trabaja con la pintura, con el audio + vídeo y también edita libros. Blog.